Hemingway y los toros

La tauromaquia tiene un poderoso atractivo emocional y estético que naturalmente no ha pasado inadvertido a la literatura. La ciencia del toro ha llegado a desarrollar todo un vocabulario propio y las mejores crónicas de corridas están más próximas a la literatura que al periodismo.

Cuanto ocurre en los cuatro años de vida de un toro bravo tiene sentido sólo para que durante los quince minutos que pasa en la plaza se comporte como un animal de lidia: fuerte, noble, valiente, una y otra vez atacando. Su oponente, el torero, es a la vez técnico y artista, necesita el valor porque su conocimiento no impide al cien por cien que arriesgue su vida. Puede hacer su trabajo con verdad, como se llama a dominar al animal sin trucos, sin ventajas, con pureza. Cuando el animal sale a la plaza en edad, peso y fuerzas adecuados, con sus defensas intactas, con su instinto no manipulado, y cuando el torero se entrega inspirado en conjunción de poder y de valor, se produce un milagro de una belleza plástica y una hondura que pocas artes pueden alcanzar.

Pocos toreros saben o pueden hacer eso, y de los últimos menos aún están dispuestos a hacerlo cada vez que saltan a la arena. Y aún menor es el número de aficionados que sabe apreciarlo. Hemingway fue uno de ellos. Es natural que a una persona como él, tan obsesionada con la muerte como sensible al arte y al valor, la fiesta española le atrayera hasta convertirse para él en auténtica pasión. Lógico es también que como escritor quisiera hablar de ello, narrarlo. Poseía para eso un estilo que se adecuaba bien a lo quería transmitir: una prosa esencial, pura, seca, desnuda, clara, sin engaños ni trucos, sin ventajas, con esa verdad milagrosa que se produce a veces en la plaza.

Muerte en la tarde (1931) es un libro soberbio, escrito con conocimiento y pasión, con la libertad que seguramente no tenían los del medio taurino español para decir con claridad cuanto hay que saber –y cuanto había, en la realidad- sobre el ganado, los matadores, los empresarios y los periodistas. No es fácil explicar bien lo que hay que saber mirar en una plaza, y él supo apreciarlo y transmitirlo. Su amor y comprensión por la fiesta se transmite en cada línea y es imposible no advertirlo.

El verano peligroso (1960) carece de esa fuerza pero es también interesante. Ya no estamos ante el joven escritor apasionado por los toros y por escribir bien, sino ante el premio Nóbel que lleva años sin publicar nada, alejado y desengañado de la fiesta, que recibe el encargo de contar para una revista americana el duelo taurino entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez que tuvo lugar en el verano de 1959. Así y todo la crónica tiene páginas memorables, como aquellas en que relata la gloriosa tarde del 14.VIII en Málaga. Viendo a Ordóñez, Hemingway recupera su fervor por la lidia. Faltan la osadía, el desparpajo y la valentía sentenciosa de su jugoso tratado de 1931. No ha perdido sus conocimientos pero quizás se nota demasiado su obsesiva inclinación por Ordóñez, sin duda un gran diestro, pero retratado esta vez de forma vehemente y falta de matices.

Fiesta (1926) es una novela inaugural quizá sobrevalorada. Supuso el primer éxito del escritor norteamericano y ahí están ya muchas de sus cualidades: su capacidad de observación, su estilo sintético y, sobre todo, su extraordinario oído para el diálogo: silencios, frases rotas, cosas dichas a medias, todo ello de una elocuencia poderosa. La historia de amor a cuatro bandas es frívola y los protagonistas, todos pegados a una botella y sin saber qué hacer la mayor parte del libro, atraen poco. De toros no se habla hasta el último tercio de la novela y en menor profundidad que en los otros dos libros.

En todas estás páginas se aprecia al mejor Hemingway, sobre todo, paradójicamente, en las más técnicas, las de Muerte en la tarde; un escritor apasionado por la vida y dominador de una herramienta literaria tan poderosa que nadie ha sabido imitar después con solvencia. Para un lector, además, aficionado a los toros, la trilogía es un auténtica delicia.

Enero de 2006

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Fiesta. Debolsillo. Ed. Mondadori. Barcelona, 2005. 284 págs. 8,5 €.
t.o: The Sun Also Rises. Traducción: Joaquín Adsuar

Muerte en la tarde. Debolsillo. Ed. Mondadori. Barcelona, 2005. 328 págs. 8,5 €.
t.o: Death in the Afternoon. Traducción: Lola Aguado

El verano peligroso. Debolsillo. Ed. Mondadori. Barcelona, 2005. 200 págs. 8,5 €.
t.o: The Dangerous Summer. Traducción: Jacinto León-Ignacio

 

Autor: Javier Cercas Rueda

En 1965 nací en Sevilla, donde he vivido casi treinta años con un pequeño paréntesis de cuatro en Jerez. En 1994 me trasladé a Granada, donde sigo desde entonces. Estudié Economía general, he vivido once años de mi vida en Colegios Mayores, y desde 1995 hago crítica de libros y he mantenido diferentes relaciones con el mundo de la comunicación. Entre las cosas que me hacen más feliz están mi familia, mis amigos, los libros que he leído y haber subido en bici el Galibier. AVISO IMPORTANTE Conviene volver a recordar que el autor de estas entradas, Francisco Javier Cercas Rueda (Sevilla, 1965), que firma sus escritos como Javier Cercas Rueda (en la foto a la derecha) y José Javier Cercas Mena (Ibahernando, Cáceres, 1962), que firma los suyos (como Soldados de Salamina) como Javier Cercas, somos dos personas distintas.

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