Me desanimo con el tamaño (y el tipo de letra) de los dos volúmenes de Diarios que completan El cuaderno gris, que son a por lo que iba, y termino llevándome esta breve y original biografía. Creo que es la primera vez que leo la vida de alguien que no me interesa nada empujado sólo por el estilo del que la cuenta.
El escultor catalán Huguet pasó mucha hambre en su vida, conoció el mundillo artístico de París de principios del XX y terminó haciéndose un cierto nombre, más como tipo gracioso e insobornable que como gran artista, según he deducido.
El libro de todas formas es estupendo por la prosa de Pla, “vívida, plástica y precisa, con el don excepcional del adjetivo”, como dice Herralde en el prólogo. Sorprende que haya elegido la primera persona para dar a conocer a su biografiado, pero el resultado es bueno. Las referencias a Boswell (con Johnson) y a Eckerman (con Goethe) están en su punto de mira al concebir el libro pero el resultado es muy distinto, aunque satisfactorio.
Huguet es un pícaro simpático (“En Barcelona pedía en el ascensor del Artístico. Me parecía que en el ascensor la gente tenía menos los pies en el suelo”) que termina haciéndose con una cultura, que demuestra sobre todo en los juicios sobres otros artistas y en sus opiniones sobre el arte, salpicadas por todo el relato. Leal a sus amigos (Déodat de Séverac, Picasso, Moréas), desmitificador (“El arte no es una cosa esencial. No necesito esculpir para ser el hombre que soy”) y con buenas intuiciones (“El latín es una lengua que siempre parece que trota”).
Dos opiniones más de Huguet:
Lo que caracteriza el gran arte es algo imponderable que nada tiene que ver con el realismo, alguna cosa que te hace sentir el más allá, la eternidad, algo parecido al sentimiento religioso, como quieras, lo que sea.
…..
(…) para el arte, lo necesario es la intuición; la inteligencia apenas sirve para esas cosas. Incluso creo que a veces es un estorbo.
Lo del trote del latín es excelente y se me había pasado en mi lectura. Te lo debo también a ti, pues, además de a Manolo y a Pla y a Herralde, ya puestos. La literatura es una fiesta de agradecimientos.