30 de noviembre


1835: nace Samuel Clemens (Mark Twain), escritor estadounidense.1900: muere Oscar Wilde, narrador y dramaturgo irlandés.

Para mi, dos autores indiscutibles e imprescindibles. El primero con la etiqueta de escritor juvenil, que también, y el segundo de dandi excéntrico, que también, pero no sólo. El primero es sinónimo de saber narrar, buenas historias y buenos personajes (parece una fórmula fácil, ¿no?); el segundo es inteligencia e ingenio en estado puro.

Volver a leer a Alejandro Dumas

Es tan difícil imaginar la biblioteca de cualquier hogar sin una novela de Dumas como encontrar en cualquier historia de la literatura, en principio rigurosa, más de quince o veinte líneas dedicadas a su obra. El próximo 24 de julio se celebra el segundo centenario de su nacimiento y es un buen momento para reinvindicar la figura del hombre más leído de su tiempo.

Extraordinario y paradójico, a medio camino entre la genialidad y la incultura, extravagante y presuntuoso, encantador e imaginativo. Vivió al dictado de fuertes impulsos: amor propio, horror a la pobreza, necesidad de medrar, fascinación por lo heroico, vanidad rayana en la manía, donjuanismo, prodigalidad y fanfarronería.

Con increíble capacidad de trabajo, Dumas es una auténtica fuerza de la naturaleza. Nadie lo ha leído entero.  Ni el mismo, no sólo porque no se releía, sino por que no escribía todo lo que llevaba su firma. Entre 1826 y 1870 escribió alrededor de 91 obras de  teatro, unas 200 novelas o relatos cortos, unos 10 volúmenes de memorias y unos 19 de impresiones de viajes. Funda y dirige 8 periódicos y acaba su vida redactando un libro de cocina.

Continuar leyendo «Volver a leer a Alejandro Dumas»

La pulga de Leskov

El otro día envié a Aceprensa una reseña encargada sobre La pulga de acero, de Leskov. El libro me pareció una chorrada, y así lo dije (con otras palabras). Su única virtualidad es que es corto y no te hace perder demasiado el tiempo. Ser contemporáneo de los grandes rusos (Pushkin, Gógol, Turguéniev, Dostoievski, Tolstói y Chéjov) no implica necesariamente estar a su altura.

Me hacen gracia las tiras publicitarias en las que se nos anuncia que «por fin» se rescatan «perlas olvidadas». Si estaban tan olvidadas por algo sería. Bueno, no me quiero cebar porque comprendo que las editoriales pequeñas que nacen no lo tienen fácil. Como prueba de buena fe, les señalo la reseña elogiosa sobre Leskov que aparece en ABCD.