El ultimatum de Bourne

Después de Los diarios de la calle y La ganadora, tocaba algo más movido, y ha sido el momento de completar la trilogía de Bourne. Me ha parecido una buenísima película de acción, de las mejores que he visto en los últimos años.La historia es muy buena. Es debida como saben a Robert Ludlum, uno de los grandes de la novela de intriga. Precisamente esta no la he leído pero sí otros títulos suyos que les recomiendo vivamente: Trece en Zurich, El Caos Omega y, sobre todo, La Progresión de Aquitania.

Volviendo a la peli, me ha parecido incluso mejor que las dos primeras. La banda sonora no da respiro, las secuencias son electrizantes. Greengraas filma de una manera original: los vis-à-vis con la cámara detrás y a la altura de cogote del que está de espaldas y con los temblores de un vídeo-aficionado; la secuencia de la estación de autobuses de Londres es magistral, consigue meter en medio del barullo al espectador y que sigas paso a paso las complicadas maniobras de acosadores y acosados; las persecuciones de coches suponen un paso más en el género.

La CIA da miedo. Espero que la realidad no supere a la ficción por esta vez.

Culturales de hoy

Paseo por los culturales. Para variar, Babelia se lleva la palma:

La tercera virgen, nueva novela policiaca de Fred Vargas.

Ultimo capítulo de Los Soprano, en Canal +. La archifamosa serie televisiva sobre la mafia que, quizás, nunca conseguiré ver.

Justo Navarro comenta varias novelas negras

En El Cultural sólo me intereso por el comentario de un Valle-Inclán inédito

Y en ABCD Miguel Sánchez-Ostiz comenta El arte de la conversación, de Wilde.

El ladrón de arte

Este libro me estaba interesando de veras. Me recordaba, modernizado, el ambiente de las muy recomendables novelas de Arsène Lupin: elegancia, sofisticación, cultura y haute société. Ladrones cultivados de guante blanco. Como hice un bachillerato de ciencias y poseo una formación autodidacta mínima de historia del arte, me ha gustado saber cosas de Caravaggio, de cómo se pinta al temple o al óleo, cómo se vende y trafica con arte, cómo funciona el tinglado de las subastas o por qué es importante el cuadro de Van Eyck del matrimonio Astolfini.

De la novela, como tal, me desentendí pronto, vale poco. Muchos personajes, muchos policías, varios ladrones, varios robos, demasiados escenarios. Hay que dedicar mucha atención para intentar entender qué está pasando. Yo no lo he hecho. La novela va avanzando a golpes de chistera y no tenía ninguna esperanza de que se arreglara al final. En efecto, la terminación es tan complicada que habría tenido que dedicar varias horas a desentrañarla. Naturalmente, he preferido emplearlas en otras cosas. Hay que ser muy bueno escribiendo para manejar varias historias y que todo resulte creíble y el lector no se pierda. Recuerdo ahora a un maestro que lo hace muy bien: Ian Pears. Busquen por ahí La quinta verdad o El sueño de Escipion.

Antes que El ladrón de arte, lean La tabla de Flandes de nuestro Pérez-Reverte. Es una novela similar aunque bastante mejor hecha.