Bosch de nuevo

Ultima aventura publicada del detective Harry Bosch

Valentía: “O entran todos o no entra nadie”, no le importa meterse en un avispero a la hora de buscar sospechosos, salpique a quien salpique.
Intuición: investigación avanza a base de olfato y raza, de ver lo que otros no ven.
Misión: vengar a los muertos.
Dedicación: mientras se resuelve, en su vida sólo existe el caso.
Dureza: directo en los interrogatorios, sin piedad con los que le buscan las cosquillas.
Compañerismo: una delicia volver a verlo con Kiz Rider y –de refilón- con Edgar.
Perfeccionismo: altamente competente.

Novela negra

Tomo del Laberinto (suplemento cultural mejicano) esta matización que diferencia novela negra de novela policial:
(la pista es del Moleskine literario).

La novelística negra hace a un lado el hecho intelectual y pone en el centro lo puramente fáctico. El relato, ahora, no está quieto: se dinamiza; o, lo que es lo mismo, ya no será contado al lector, sino que será mostrado al lector. Marlowe o Archer —los detectives de Chandler y MacDonald, respectivamente— no son externos a los hechos, integran, en realidad, el cauce de la historia, provocando accidentes, recibiendo tundas, fascinándose ante mujeres aristocráticas y hermosas. Allí está la corrupción estatal y las consecuencias de la Ley Seca, y la música del jazz, y los gánsters, y los tugurios clandestinos de venta de whisky. Hasta acá, la reseña tradicional.

La obra de Cain, que maneja estos elementos y estos ambientes, se articula a partir de una eficaz inversión de términos: narradas en primera persona, las historias se ubican en la perspectiva de los asesinos. Con una prosa hosca, directa —en la que sin embargo suceden, también, chispazos de claro sentimentalismo—, en vez de un enigma, sus novelas desenvuelven con amargura el crimen que será cometido. El triunfo de “el bien” corresponde consecuentemente al momento en que atrapan a los personajes: no hay investigación policial, ni misterio por resolver, a no ser el desmoronamiento paulatino de los planes trazados: porque una constante que resuena a lo largo de buena parte de la obra de este escritor es la fatalidad o el destino como fuerza que excede, golpea y destruye la vida de los protagonistas.

Un hombre cae por culpa de una mujer, por haberse enamorado de esa mujer, comete un crimen, ella es su cómplice: este argumento fundamenta dos de sus novelas más famosas que fueron, además, llevadas al cine: Doble identidad (traducida al español como Pacto de sangre, 1936), y la siempre mencionada, El cartero siempre llama dos veces (1940). Esa relación tan estrecha que establecieron los escritores de género con los guiones de Hollywood no le fue ajena; además, publicó novelas con formato pulp, Galatea (1953), Mignon (1962) y El instituto (1976), entre otras. Murió alcohólico, en 1977, en Maryland, lugar donde había nacido.

Novela negra

Dos títulos interesantes de la colección de novela negra que sacó el País en 2004:

Stanley Gardner. El caso de la chica vacilante.
Perry Mason. Tipo duro, mucho éxito con mujeres pero está por encima. Abogado idealista que busca la verdad de verdad. Buena historia.

Ross MacDonald. El martillo azul.
Complejísima y bien trabada historia que se esconde detrás de un cuadro robado. La historia va creciendo desde nada de un modo ordenado, verosímil e intrigante. Muy buena en su género.