Cristóbal Serra. Biblioteca parva y Diario de signos

Por fin encontré Diario de signos, un libro de Cristóbal Serra que llevaba tiempo buscando, muy recomendado por Llop y otros. Y venía con regalo, porque está incluido en un tomo con todos los libros hasta 1996. Así que he podido leer también algunos de ellos: Péndulo y otros papeles, Con un solo ojo y Biblioteca parva. Serra es un raro exquisito y selecto, con un estilo algo atrancado y de rico vocabulario. Lugares, personas, libros, animales. Religioso, traductor, escritor de brevedades, admirador de los asnos y del taoísmo.

Les dejaré las notas que he tomado, pues es difícil contar su estilo y su contenido. Merece la pena, aunque no tanto como me esperaba.

Les adelanto algunos de sus libros favoritos, comentados en Biblioteca parva, el que más me ha gustado de los cuatro:

Parábolas y ficciones de Chuangsé.
Fábulas de La Fontaine.
Pensamientos y retratos de Vauvenarges.
Política de Dios de Quevedo.
Meditaciones de Max Jacob.
Las encantadas de Melville.
Viajes reales y quiméricos de Michaux.
El matrimonio del cielo y del infierno de Blake.
Diarios de Bloy.
Diario íntimo de Joubert.
Las veladas de San Petersburgo de Maistre.
Visiones de Emmerich.
Flores del mal y Diarios de Baudelaire.
Teatro y Meditaciones de Maeterlinck.
Libros jasídicos.

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Diarios de Baudelaire

Estos dos textos juntos, Diaríos íntimos (que incluye Cohetes y Mi corazón al desnudo) y Consejos a los jóvenes escritores, forman juntos un fino librito que, sin embargo, vale la pena.

Habla de Dios y de la plegaria, del amor, de la vida y el fracaso, del dandismo y del trabajo. Es provocador pero dice algunas cosas verdaderas.

Las más interesantes, las de tipo literario:

La inspiración viene siempre que el hombre lo quiere, pero no se marcha cuando él lo desea.

No soy partidario de la tachadura; emborrona el espejo del pensamiento.

Sé siempre poeta, hasta en prosa.

Notas dispersas. Josep Pla

Estos dos tomos gordos de Espasa contienen la traducción al castellano de cuatro de los Diarios publicados de Pla: tres largos (El cuaderno gris, Notas dispersas y Notas del crepúsculo) y uno ligero (Notas para Silvia). El primero y más famoso se publicó en catalán en 1966, tras una revisión completa de esas notas de 1918 y 1919. Me gustó mucho en su día. Las Notas dispersas, que leo ahora, terminan hacia 1960 y, como en El cuaderno gris, incluyen opiniones sobre todo tipo de cuestiones.

Son notas surgidas al azar, a veces sobre la marcha, otras veces con largos años de distancia: notas de recuerdos, de reminiscencias, de lecturas, de cosas vistas, de escenas que me han venido a la memoria, de obsesiones guardadas en ella largo tiempo, de impresiones inmediatas y casi diría fulgurantes. Estas notas están impresas en este libro sin ningún orden visible, tal como surgieron al paso de los días y los años.

Encontramos párrafos de extensión variable sobre la inflación en Alemania, la tramontana en el Ampurdán Pequeño, los milagros, montar en bicicleta, los seudónimos empleados por Stendhal, el alioli, el individualismo o la marcha de los fascistas sobre Roma. Todo salpicado de un moralismo socarrón muy inspirado en sus bien conocidos escritores franceses del XVIII.

Aquí he encontrado la recomendación exacta que había citado otras veces al voleo:  «Pasados los treinta y cinco años, leer novelas es un síntoma de primariedad muy acusado». Es más estricto al respecto que su admirado Léautaud, que nos deja leerlas hasta los 50.

Donde más brilla, en mi opinión, es en los comentarios literarios y en los retratos.  Lee (y cita) en italiano, inglés y, sobre todo, en francés. También conoce a fondo la literatura en catalán. Pla es muchas cosas: epicúreo, sentencioso, muy crítico con la religión, inteligente, con sentido común, solitario. Un conservador agnóstico y materialista. Sobre todo, un gran escritor aferrado a lo concreto y ajeno a toda afectación. Su humor, agudeza y estilo limpio procuran gran placer al leerle, aún sin convenir en todas sus opiniones.

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