Algunos buenos libros sobre libros

CABALLERO BONALD. Examen de ingenios (Seix Barral, 2017). Excelente conjunto de breves semblanzas y recuerdos sobre un centenar de escritores en lengua española. Cuenta lo que ha vivido en relación a ellos, su opinión sobre sus libros y una valoración sobre su relevancia en las letras del siglo pasado. Predominan españoles y, entre ellos, poetas, pero también hay gente del mundo del flamenco y de las artes plásticas. El estilo algo barroco a veces pero de alta calidad.
NOTABLE.

GÓMEZ PÉREZ. En De Homero a Kafka (Rialp, 2018) se comentan 75 breves textos. Toda una rápida historia de la literatura que quiere componer, según la llama el autor, “una geografía del alma” y que es, sobre todo, una invitación irresistible a encontrarse personalmente con los textos completos.  Las citas bien escogidas y los comentarios breves y pertinentes, con la envidiable claridad habitual del autor. Muy recomendable.
NOTABLE.

BASANTA, Antonio. Leer contra la nada (Siruela, 2017). Una apología de la lectura. Un primer capítulo muy bueno sobre todo lo que ocurre cuando leemos. El resto es más irregular y pesa un poco la acumulación de citas.
BIEN.

MITTELMARK, Howard y Sandra NEWMAN explican en Cómo no escribir una novela, los errores que deben evitar nuestros escritos (en cuanto a tema, personajes, punto de vista, estilo, etc) si tenemos aspiración de publicar algo. Abundantes ejemplos. Claro, ameno, directo y perspicaz. Saben de lo que hablan. Son de mal gusto las reiteradas referencias y ejemplos sexuales en un libro de este estilo.
BIEN.

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Entrevistas de Charbonnier a Borges

En 1967 se publicaron las seis entrevistas que Georges Charbonnier hizo a Borges para la televisión francesa. En ellas le pregunta por sus libros, en particular por los publicados en francés hasta ese momento, y por el quehacer del escritor. Entran en más profundidades de lo esperable para un programa de TV con lo que el conjunto resulta aprovechable. A Borges se le ve a gusto y no escatima piropos a todo lo francés, muy presente en su formación literaria.

La escritura como un juego: «Un poco como el caso del jugador de ajedrez. Hay un problema, una diversión y un gozo»; la importancia de reaccionar ante la belleza, sin necesidad de razonarla;

El asunto del realismo:

El escritor propone símbolos. En cuanto al sentido de estos símbolos, o a la moraleja que pueda sacarse, esto es asunto de la crítica, de los lectores, y no la suya. El escritor escribe su historia; escribe con fidelidad. Quiero decir que es fiel a su sueño, y no a la manera de un historiador o un periodista. Es fiel de otra manera. La historia escrita debe seguir su camino tranquilamente.

La traducción de las intervenciones de Charbonnier no es muy buena.

No es el mejor libro de entrevistas a Borges ni contiene sus mejores comentarios sobre literatura, pero se lee con gusto.

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El Umbral más interesante

UMBRALYa nos había mostrado su vasto conocimiento de la literatura española en su Diccionario de literatura y en Las palabras de la tribu, y ahora amplía la mirada. En ¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary? Se recogen casi unas cuarenta semblanzas de protagonistas de la cultura europea, mayoritariamente escritores. En francés (Stendhal, Flaubert, Gide, Proust, Simenon; Baudelaire, Verlaine, Breton, Apollinaire, Cocteau; Voltaire, Sartre, Lefèbvre), en castellano (Cervantes, Clarín, Sawa, JRJ, Miró, D’Ors, Pla, Cunqueiro, Cela, Hierro), en inglés (Wilde, Kipling, Joyce, Woolf, Pound, Greene) o en otras lenguas (Kierkegaard, D’Amicis, Rilke, Saramago). Y algunos pintores (Van Gogh, Magritte, Dalí).

Tantas cosas. Buen olfato, gracia para decir y mirada de lector agudísimo. Y la continua sorpresa del estilo. Por ejemplo, la adjetivación a base de sustantivos (el optimismo «epocal», un mundo glorioso y «funeral», etc).

El tipo de cosas que dice, por ejemplo, del Ulises:

No hay que escribir grandes libros porque es como levantar catedrales góticas, que terminan en las postales. El gran libro produce rechazo por exceso de significación. Todo gran libro se convierte en pedagógico, pasa a ser rehén de los educadores y los ministros, quienes piensan que de ese tomazo hay que sacar algún provecho moral o cívico (no creen en la mera literatura ni les gusta).