El mar, de Banville

El Mar. Booker del año pasado (o de hace dos). De Banville leí hace unos años El libro de las pruebas. ¿De qué iba? Ni idea. Con eso lo digo todo. Este año tuve que reseñar El secreto de Christine, una especie de policiaca que firmó con seudónimo. Discreta. Todo el mundo ponía tan bien El mar que lo pedí al Círculo. Pero ha descansado meses en la estantería y un libro tras otro se le iba colando. Por fin lo he leído y no está mal.

Un historiador del arte pasa una temporada en una casa donde veraneó de pequeño y se relacionó con una familia de dos hijos. Intenta reponerse de la muerte de su mujer. El texto alterna recuerdos de la vida con ésta y de sus últimos meses, con los de la familia. El texto es divagatorio e intimista y ahí está su interés. La historia con la familia es convencional (despertar al amor, primeros escarceos sexuales, crueldad infantil) y es más interesante la relación con su mujer (qué se dan uno al otro en la vida de pareja, que se ocultan, el vacío de la separación, la relación con la hija, etc). Tiene buenos momentos que me han recordado las mejores novelas de McEwan. Toda la novela, en los recuerdos de niñez, tiene un fuerte ambiente sensual, como si el descubrimiento de la carnalidad fuera el acontecimiento esencial de la adolescencia.

No he terminado de entender qué tiene que ver el mar (¿imagen de “oleadas” de sentimientos y recuerdos?) en toda la historia.

Watchmen

Watchmen aparece en todas las listas que circulan de “mejores novelas gráficas de la historia”, es decir, de la segunda mitad del S. XX.

No termino de entender la diferencia entre novela gráfica y cómic, pero eso importa poco. Esta obra de Alan Moore (guión) y Dave Gibbons (dibujos), de 12 números (un total de casi 500 págs), fue publicada en 1986 y existe traducción en disponible castellano, incluso en la mula.

Es una historia de megalomanía utópica protagonizada por unos superhéroes bastante humanos (demasiado humanos, como diría Nietzsche). En realidad sólo hay un personaje con superpoderes, el resto son atletas inteligentes disfrazados. La historia que cuenta está bien, aunque es densa y en algunos momentos algo desagradable.

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Hablar de libros

Fin de Ribeyro, de sus Diarios y de las colecciones de cuentos que no conocía. Conocidos también los relatos que venía leyendo, en oleadas, desde 1994, sus Prosas apartidas, sus Dichos de Lúder y una de sus tres novelas (tan mala que no osaré las otras dos), ya debería poder decir algo de este escritor. Para eso debo pararme, repasar mis notas, pensar en él, releer –más a fondo- y analizar los cuentos que más me han gustado, sacar conclusiones, confrontarlas con lo que he leído y guardo sobre él. ¿Lo haré?

Es un buen cuentista sudamericano del S. XX y me gusta, si no todo, buena parte de lo que ha dejado escrito. Bien, pero ese esfuerzo me resta fuerzas y tiempo para otros escritores de ese país o de otro, de ese siglo o de otro, de ese género o de otro. Lo de siempre. Si sé que me gusta, ¿para qué quiero saber por qué? ¿para mi, para poder explicarlo a otros? ¿necesito esto? ¿lo necesitan los otros? ¿o es que la tarea me excede? Los que hablan y escriben cosas acertadas y atinadísimas sobre sus escritores más queridos, ¿han llegado a ellas sin estudio, sólo por intuición? ¿gozarán de un talento para lo literario del que yo carezco?