La mano del muerto

Una especie de continuación del inmortal Conde de Montecristo. ¿Es de Dumas realmente? Hay serias dudas de la autoría. Se habla incluso de un portugués (Alfredo Hogan). El que la prestó en su día me dijo que nada que ver con el Montecristo. Total, la empecé con pocas ganas. Luego no está tan mal. Montecristo acaba de pena perseguido por la furia de Benedetto (hijo de Villefort y de la mujer de Danglars). En conjunto merece poco la pena.

Hacer un cuento

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.

No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, esta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.

Felisberto Hernández (escritor uruguayo, 1902-1964) es considerado uno de los principales exponentes de la literatura fantástica en idioma español. Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus obras han sido traducidas a múltiples idiomas. Entre sus obras se destacan Nadie encendía las lámparas (1947), La casa inundada (1960) y la novela corta Las hortensias (1949). Fue, también, un pianista notable.

El punto y coma


1. El punto y coma marca una pausa más intensa que la coma y menos que el punto. Normalmente, sigue a trozos de oración seriados que poseen una autonomía superior a la que marca la coma. También separa oraciones completas íntimamente relacionadas y de cierta ex tensión (si fueran cortas, se separarían por comas):

«Hay diversos tipos de escritores: los que persiguen el éxito a toda costa halagando los gustos del público; los que tratan de imponer su gusto, haciéndose con un público fiel, y, por último, los que escriben sin tener en cuenta los gustos del público».2. Para separar cláusulas donde hay ya comas.

Por ejemplo: «El público, acabado el mitin, inició la salida; más que entusiasmado, mostraba fatiga; la gente hablaba de los oradores con decepción».

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