Una página de buena prosa (según Cheever)

El 27 de abril de 1982, Cheever recibe la National Medal for Literature (y la cantidad de 15.000 dólares) en el Carnegie Hall de Nueva York. William Styron fue el encargado de presentarlo y, al ver Cheever las páginas que el autor de La decisión de Sofia tenía preparadas, le dijo: «¿Vas a leer todo eso? Ah, Bill, limítate a decir que soy muy bajito.» Sobre el escenario, mientras Cheever, entre avergonzado y conmovido se tapaba los oídos, Styron comparó al escritor con Hawthorne y con Chéjovy con Mozart.

Cuando llegó el turno de Cheever, el público se conmovió ante su aspecto enfermizo. Estaba calvo por el tratamiento contra el cáncer y se apoyaba en un bastón; pero su voz era fuerte y joven:

«Una página de buena prosa es aquella donde uno puede oír la lluvia. Una página de buena prosa es aquella donde escuchamos el rugido de una batalla. Una página de buena prosa tiene el poder de hacernos reír. Una página de buena prosa me parece a mí el diálogo más serio que pueden llegar a tener las personas bien informadas e inteligentes a la hora de mantener ardiendo pacíficamente los fuegos de este planeta.» Y concluyó con la definición de literatura, su favorita, que alguna vez propuso Jean Cocteau: «La literatura es una forma de la memoria que no recordamos».

[tomado de una nota de Rodrigo Fresán en los Diarios de Cheever]

Bovary según Cheever


Cheever
siempre consideró Madame Bovary como uno de sus libros preferidos, y se refería a esta novela como «mi Yale College y mi Harvard. Es probable que la haya leído unas veinticinco veces. Varias de ellas en francés». En una entrevista de 1969, Cheever explicó:

«Es una gran novela porque su prosa es absolutamente precisa y simplemente perfecta. Madame Bovary fue un más que considerable momento de inflexión en la historia de la literatura, una verdadera innovación. Y está claro que todas las grandes novelas son innovadoras, pero Madame Bovary fue, para empezar, el primer relato que tenemos de una esquizofrenia controlada. Y es, también, una muy aventurera historia del tipo moral. Ya sabes que el libro fue censurado y Flaubert llevado a juicio. No hay dudas de que la parte más ofensiva de la novela es cuando Emma se sienta a fumar en la mesa».

Diarios de Cheever


Un hombre casado que desea a otros hombres y tiene relaciones con ellos. Un bebedor depresivo. Un artista en permanente crisis de creatividad, lleno de miedo a fracasar, angustiado por la falta de dinero. Una persona con dificultades para relacionarse con casi todos (padres, hermano, mujer, hijos, colegas,…). Una persona religiosa pero con una relación con Dios que no afecta a su conducta.

Un libro que cuenta este panorama no parece muy atractivo. Podría salvarse si al menos -hablamos nada menos que de los Diarios de Cheever– hablara a fondo de sus lecturas, de su escritura, de sus concepción artística, pero tampoco. Así pues, no recomiendo estos diarios. Siempre cabe pensar que, al tratarse de una selección (este voluminoso libro sólo recoge una veinteava parte de los Diarios del escritor estadounidense), puede haber otras cosas que justifiquen la celebridad del libro.

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