David Simon

Imagínense la narración de múltiples casos criminales de todo tipo. Imagínense que además son reales. Imagínense uno de los escenarios norteamericanos de máxima conflictividad. Imagínense el ojo y la pluma de uno de los mejores periodistas-escritores-productores televisivos.Todo esto es Homicidio. David Simon un año en la unidad de homicidios de Baltimore, con libertad para ver y escribir de todo. Esto ocurrió en 1988, el libro se publicó con éxito en USA en 1991 y ahora se traduce al español, aprovechando el éxito de The Wire. Homicidio se convertiría también en una famosa serie de la NBC de 7 temporadas, a la que seguiría The Corner.

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Los personajes de Dostoievski

Aquí tienen, magníficamente explicado, el problema de la literatura comercial (o sólo comercial). Es una cita larga pero vale la pena:

Por supuesto, el hecho de que Dostoievski sepa contar historias jugosas no basta para hacerlo genial. Si lo fuera, Judith Krantz y John Grisham serían narradores geniales, y la verdad es que salvo por el criterio puramente comercial ni siquiera son muy buenos. Lo que hace que Krantz y Grisham y otros muchos autores que cuentan buenas historias no sean buenos desde el punto de vista artístico es que no tienen talento para (ni tampoco interés en) la construcción de personajes: sus apasionantes tramas están habitadas por monigotes toscos y poco convincentes. (Para ser justos, también hay autores a quienes se les da bien construir personajes humanos complejos y bien trazados pero luego no parecen capaces de insertar esos personajes en una trama creíble e interesante. Y otros -a menudo entre la vanguardia académica- que no parecen expertos/interesados ni en las tramas ni en los personajes, sino que el movimiento y el atractivo de sus libros se basa por completo en enrarecidas intenciones metaestéticas.)

Lo que pasa con los personajes de Dostoievski es que están vivos. Y con eso no quiero decir simplemente que estén trazados con éxito ni bien desarrollados ni que sean «redondos». Los mejores de ellos siguen viviendo dentro de nosotros, para siempre, después de que los conozcamos. Recuerden al orgulloso y patético Raskolnikov, al ingenuo Devushkin, a la hermosa y condenada Anastasia de El idiota, 14 al adulador Lebiedev y al arácnido Hipólito de la misma novela; al ingenioso detective inconformista Porfirio Petrovich de C y C (sin el cual probablemente hoy no existiría novela policial comercial con policías excéntricamente brillantes); Marmeladov, el repulsivo y patético borracho; o el vanidoso y noble adicto a la ruleta Alexei Ivanovich de El jugador; las prostitutas de corazón de oro Sonia y Liza; la cínicamente inocente Aglaya; o el increíblemente repelente Smerdiakov, esa máquina viviente de resentimiento baboso en el que personalmente veo partes de mí mismo a las que apenas soporto mirar; o los idealizados y demasiado humanos Mishkin y Aliosha, el Cristo humano condenado y el peregrino-niño triunfal, respectivamente. Estas y otras tantas criaturas de FMD están vivas -retienen lo que Frank llama su inmensa vitalidad- no porque sean simples tipos o facetas de seres humanos habilidosamente retratados, sino porque, al actuar en el seno de tramas verosímiles y moralmente atractivas, dramatizan las partes más profundas de todos los humanos, las partes más sumidas en conflictos, más graves: esas partes en las que hay más en juego.

Además, aunque no terminen nunca de ser individuos en tres dimensiones, los personajes de Dostoievski consiguen encarnar verdaderas ideologías y filosofías de la vida: Raskolnikov, el egoísmo racional de la intelectualidad de 1860; Mishkin, el amor cristiano místico; el Hombre del Subsuelo, la influencia del positivismo europeo sobre el carácter ruso; Hipólito, la voluntad individual en lucha contra la inevitabilidad de la muerte; Alexei, la perversión del orgullo eslavófilo al afrontar la decadencia europea, y un largo etcétera…

[David Foster-Wallace en Hablemos de langostas]

Hablemos de langostas

David Foster-Wallace es el contemporáneo del que más he pensado que se trataba de un genio. Me encantó, creo que ya lo he comentado, su conjunto de relatos periodísticos Algo supuestamente divertido que no volveremos a hacer, menos sus libros de relatos y no he leído su macronovela La burla infinita. Lástima que se suicidó joven, hace pocos años.

Me parece un tipo muy inteligente, divertido, excelente escritor y de originalísimo punto de vista. Hablemos de langostas es otra recopilación de reportajes hechos para revistas. Reportajes largos, escritos por completo a su aire, inclasificables y muy diferentes unos de otros en extensión y tratamiento.

El primero se lo pueden saltar, salvo especial interés en la industria del porno americana que celebra una convención. El del diccionario de inglés modernos es excesivamente técnico para mi gusto aunque vale la pena. El de la campaña de McCain un poco largo pero muy revelador del modo de ser americano y en particular del de sus políticos. Todos es general están muy bien: Dostoievski, Updike, programas radiofónicos, el 12.S, la feria de langostas. La idea es que se planta en un sitio y cuanta lo que ve, con desparpajo, sentido común, humor, profundidad y una fina inteligencia.

Si sólo van a leer algo de él, elijan el primero del que hablo. Si siguen, éste en segundo lugar.