Todas las otras noches

El tema de la novela es interesante (historia de amor y espías, judíos, guerra de secesión americana), el estilo funciona bien en todos los frentes (narración, diálogos, monólogos) y lo extraliterario es atractivo (tercera novela de éxito, como las dos primeras, escritora joven promesa según Granta, tradición judía americana de largos e intensos conflictos familiares), pero todo junto no impide que esto sea una novela aburrida. Tras el clímax narrativo que se alcanza al final de la cuarta parte (cuando queda aún más de medio libro), la historia no se recupera, divagando episódicamente en nuevos frentes.

Lo que parecía una indagación sobre las causas solapadas de nuestros actos (¿sirvo a mi nación, o a mi familia, o a mi corazón, o a mi cabeza, o a mi conciencia?), y una defensa de la tesis de cómo los grandes acontecimientos dependen al final de pequeños intereses individuales, se diluye al final en una especie de carrera de obstáculos donde hay misiones, persecuciones y sacrificios de los que el lector se desinteresa aburrido demasiado pronto. A pesar de todo, Horn (New Yersey, 1977) tiene talento como para no descartar un vistazo a sus primeros libros, y que invita a mantener su nombre en la memoria.