Octavio y César

He terminado el sexto tomo, el más largo. Se centra en la muerte de César. Su singular romance con Cleopatra la fea, el decepcionante y lascivo Antonio, Bruto el cobardica, el deslumbrante y prometedor Octavio, a la postre el heredero, el espantoso suicidio de Catón, engendro fanático del estoicismo, la dolorosa defección de algunas legiones, el fin de la causa republicana, la proyectada campaña contra los partos, y la traición.

Si les digo la verdad, ya se me está haciendo un poco largo todo esto. Me queda el séptimo tomo aún.

Ojo: les recuerdo que este sexto volumen está en Ediciones B. Los que Planeta llama «sexto» (Antonio y Cleopatra) es en realidad el séptimo.

Aquí les hablaba del quinto (y tienen enlaces a los comentarios a los anteriores). Continuar leyendo «Octavio y César»

La narizota de Cleopatra


Fin del quinto tomo sobre la caída de la república romana. César termina su consulado y está diez años en las Galias, vuelve, guerra civil contra Pompeyo y una facción del Senado, Farsalia, muerte de Pompeyo, el Grande. El libro recoge en concreto del 54 al 48 adC, y es magnífico como los cuatro anteriores tomos.

Tiene gracia McCullough cuando justifica en la nota final las simplificaciones a las que se ve obligada «en interés de la simplicidad y de la brevedad». Lleva casi cuatro mil páginas apretadas y densas contando estas estupendas historias. Estupendas, ¡pero nada de simples ni de breves!

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César y sus mujeres

Fin del cuarto volumen de McCullough sobre la República romana tardía. No voy a repetir impresiones ya dichas respecto a los tres primeros tomos. Casi todo sigue valiendo pues se trata de un trabajo homogéneo y unitario. Esta vez el personaje ya es César de lleno. Su superioridad en todo es aplastante pero la australiana consigue contar cada suceso sin agotar nuestra capacidad de sorpresa.

A mí me encanta medirme con los Catones y los Bíbulos. Nunca ganarán.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Simple —dijo César sorprendido—. Ellos no desean ganar con tanta pasión como lo deseo yo.

*****

Ya os advertí que él ganaría —dijo Metelo Escipión—. ¿Y sabéis por qué gana siempre? Porque no se detiene a contar el gasto.

Así es César. Todo lo tiene calculado, hasta las pocas cosas que le salen mal.

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