Cada vez me gustan más las novelas de Vargas y no paro de recomendarla. Ella insiste en que no hace novela negra sino de enigma y yo diría más, creo que ni siquiera es novela criminal.
Disfruto con las circunvoluciones mentales de Adamsberg y su brillante intuición, con la erudición de Danglard que baja al comisario de las nubes, con la fiel determinación de la teniente Retancourt (“el mejor hombre de la Brigada”), con las tontadas de Estalère, con Veyrenc (que reaparece desde los Pirineos), y con Mordent, Froissy, Nöel y todos los demás, un micromundo de maderos (flics) tan familiar después de tantas historias. Además cada caso es tan sólido, original y asombroso que ninguna novela se parece a las demás ni, desde luego, a las de otros escritores que yo conozca. A mi la palabra vampiro me hubiera hecho cerrar un libro a la primera aparición. Pero Vargas nos vende la moto. Cementerios, leyendas, sortilegios, supersticiones y magia, de la mano de pruebas de ADN, un racionalismo feroz y erudición histórica.
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