Ver venir

Vérsele el plumero

Este dicho tan recurrente se usa para indicar que una persona deja traslucir de forma involuntaria sus verdaderas intenciones o pensamientos en un asunto. Indudablemente, su origen se encuentra en la fábula La corneja y los pájaros, escrita por el griego Esopo en el siglo VI a. de C. La fábula cuenta que Júpiter, el padre los dioses, para nombrar al rey de los pájaros, señaló una fecha en la que todas las aves deberían comparecer ante él, para así elegir a la más bella. Todos los pájaros se acercaron a la orilla del río para acicalarse y arreglarse el plumaje. La corneja, consciente de su fealdad, se dedicó a recoger las plumas que se habían desprendido de los otros pájaros y se las prendió en el cuello. Al llegar el día señalado por Júpiter, todas las aves acudieron al concurso. De todos los plumajes, el de la corneja resultó ser el más bello y elegante. Pero cuando estaba a punto de ser coronada, los demás pájaros, indignados por el engaño, se le echaron encima y cada cual arrancó del penacho las plumas que le pertenecían. Y la corneja no consiguió el tan preciado puesto, por vérsele el plumero, o sea, el penacho de plumas de pega.

Humos

Tener muchos humos

Hoy en día, este modismo se utiliza para designar a las personas que se comportan con altivez, vanidad, presunción o engreimiento desmesurados. También se emplea como reproche hacia quienes aparentan un nivel social o económico que en realidad no les corresponde. En tales casos se suele recurrir a algunas de estas frases: ¡Vaya humos que se gasta! Y ¡Se le han subido los humos a la cabeza!

Parece ser que el origen de la expresión proviene de una costumbre bastante común entre las familias distinguidas de la antigua Roma, como atestigua Joaquín Bastús en su obra La sabiduría de las naciones (1862). Las familias solían colocar en el atrio de la casa los retratos o bustos tallados en piedra de sus antepasados: padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, tíos… Con el paso del tiempo, las imágenes más antiguas iban adquiriendo un color oscuro por efecto del polvo, los humos y la contaminación. De este modo, los atrios con más imágenes renegridas o con más humos simbolizaban un mayor poderío familiar y un cierto tono aristocrático del que se alardeaba con frecuencia.