La última de Fred Vargas está muy bien, como todas, pero no me parece la mejor.
Tenemos a Adamsberg más brumoso que nunca, pletórico de «protopensamientos» que le emborronan la mente. Esto siembra la desconfianza en su brigada, a pesar de sus múltiples aciertos anteriores, pero permite a la autora algunas carambolas que le van encajando la trama. El recurso me ha parecido menos justificado que en otras novelas.
Es un caso turbio y feo de violaciones y venganzas. Quizás el más oscuro al que se entregado hasta ahora nuestro inefable comisario, más errático y menos cartesiano que nunca. Las reclusas son arañas pero también mujeres encerradas en vida. Algo barroco. Se une el breve caso inicial, el asunto del voyeur en el piso de Froissy y la lucha sorda de Adamsberg con Danglard.
De lo mejor, como otras veces, la relación con cada uno de los miembros del ecosistema policial del XIIIe arrondissement.