El gran capitán

Las cuentas del Gran Capitán

Se trata de una expresión irónica que se dice de las cuentas donde figuran partidas exorbitantes, o de aquellas que están hechas de modo arbitrario y sin la debida justificación. La frase alude a las controvertidas cuentas administrativas que el genio militar Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515) presentó a los Reyes Católicos después de haber conquistado para ellos el reino de Nápoles. A continuación menciono algunas de las famosas partidas de gastos que Fernández de Córdoba facilitó a los monarcas: 100 millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar los cadáveres del adversario; 200.736 ducados y 9 reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas; 100.000 ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla; 160.000 ducados en poner y reponer campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo; 100 millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino…

Un Tiberio

Armarse un Tiberio

Claudio Tiberio fue el segundo emperador romano. Hijo de Claudio Nerón y de Livia, se distinguió pronto por sus sobradas dotes militares. A la muerte de Augusto, se apoderó del Imperio, al que gobernó con acierto al principio. Pero más tarde, tras el fallecimiento de su hijo adoptivo Germánico, se convirtió en un déspota despiadado. Hizo ejecutar a tal cantidad de senadores, amigos y parientes cercanos y lejanos que no había familia en Roma que dejara de contar entre sus miembros con alguna víctima sacrificada por este emperador cruel. De la infausta memoria de aquellos años de reinado abominable procede la expresión armar un Tiberio, que se emplea como sinónimo de confusión y alboroto.

El corral de la Pacheca

Esto parece el corral de la Pacheca

La frase, que suele decirse para indicar un lugar donde reina el barullo y la confusión, alude a uno de los antiguos teatros de Madrid. Don Casiano Pellicer, en su Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España (1804), dice que en el año 1568 se representaban comedias en un corral de la calle del Príncipe, que regentaba un tal Burguillos, y que por esas mismas fechas se reformó para semejante cometido otro corral en la misma calle. Éste pertenecía a Isabel Pacheco, llamada La Pacheca. Un tercero abrió sus puertas en la calle del Sol. Estos corrales eran unos patios amplios que se abrían en el interior de las casas de vecindad y en los que había solamente un tablado para las representaciones, gradas para los caballeros y el corredor para las damas, así como unos bancos portátiles.