Antes estaba permitido decir: “Yo, de ciencias, no tengo ni idea”. Ahora empieza a generalizarse: “yo no leo nunca nada”, y el grupo se ríe con un gesto de aprobación.
Escribir tiene un efecto anestésico. Pero, además, produce una cierta embriaguez. Esto hace que, según decía Cyril Connolly, tantos malos escritores no consigan dejarlo.