El origen de esta expresión irónica, que se emplea para poner de manifiesto la ausencia de una persona que en circunstancias lógicas debería estar presente, procede de Tácito. Este historiador latino relata en sus Anales (libro III, capítulo último) los funerales de Junia y dice lo siguiente: «También falleció Junia, 64 años después de la batalla de Filipos; era sobrina de Catón, esposa de Cayo Casio y hermana de Marco Bruto. Entre el vulgo se dijeron muchas cosas acerca de su testamento, pues habiendo distinguido con sus grandes riquezas a casi todos los principales de Roma omitió al emperador. Éste no mostró resentimiento ni prohibió que alabasen a Junia en las rostra y honrasen su entierro con las solemnidades de costumbre. Delante se llevaron las imágenes de 20 familias muy ilustres: los Manlios, los Quintios y otros nombres de igual nobleza. Pero entre todos brillaban Casio y Bruto, por lo mismo que no se veían sus imágenes.» La ausencia de las imágenes de Casio y Bruto se debía a que habían sido ajusticiados por Octavio, tras la conjura que acabó con la vida de César. Por tanto, sus estampas fueron borradas de la exposición pública.