El problema del dolor. Jorge Ordeig

El problema del mal y del dolor trae de cabeza a los pensadores de todos los tiempos. Sobre todo la cuadratura del asunto con un Dios todopoderoso que quiere la alegría de los hombres. Este libro da todas las respuestas de un modo claro y breve. Las cuestiones se van abordando paso a paso, con argumentos comprensibles, pocas y escogidas citas y ejemplos esclarecedores.

1) ¿Cúales son las causas del mal? Males morales y físicos; lenguaje piadoso y lenguaje real; la libertad y la omnipotencia divina.
2) ¿Qué hago frente al dolor? La cuestión del sentido (no por qué sino para qué) y el enfoque cristiano.

Es una cuestión universal y es clave para vivir orientarla bien. Este libro es una buena ayuda. Al final se incluye una bibliografía comentada en la que yo destacaría los libros de Lewis al respecto (El problema del dolor y Una pena en observación).

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El ser granadino. Nicolás López Calera

Demoledor análisis del espíritu granadino. Según el autor, catedrático de Filosofía del derecho, ya fallecido, lo esencial del granadino es la negatividad: cerrado, antipático, desconfiado y rácano. El ciprés, el agua, la distancia y el Carmen como símbolos de un modo de ver la vida. Conservador, parado, poco efusivo y calculador. Hasta las cosas positivas (profundo, serio, discreto) las convierte en defectos. El autor explica que no pretende provocar sino que las cosas cambien. En el prólogo, García-Montero no se muestra más optimista e incide en Granada como problema, con un adelante que explica su “absoluta falta de protagonismo en el panorama nacional”. Yo vivo aquí y algo de todo eso hay, pero también conozco a muchas personas que no son así. Un análisis poco equilibrado y de alcance limitadamente local.

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Prólogos con un prólogo de prólogos. Borges

En este libro de 1975 se recopilan prólogos dispersos escritos entre 1923 y 1974.  Elegidos por el editor Torres Agüero, ofrecen un buen resumen de los intereses del escritor argentino.

En el formidable prólogo de prólogos se lee:

El prólogo, en la triste mayoría de los casos, linda con la oratoria de sobremesa o con los panegíricos fúnebres y abunda en hipérboles irresponsables, que la lectura incrédula acepta como convenciones del género. (…) El prólogo, cuando son propicios los astros, no es una forma subalterna del brindis, es una especie lateral de la crítica.

A pesar de su opinión («Un libro (creo) debe bastarse») Borges los escribió con profusión. El hecho estético es, por esencia, repetía, inexplicable. Y sin embargo acierta a justificar muy bien porqué unos sí y otros no, por que hay autores que lo consiguen, y vale la pena leerlos, y otros fracasan, con independencia de la fama que tengan.

Los textos son más largos y elaborados que los de Biblioteca personal, y, quizás por ello, un puntito menos brillantes y fulgurantes. La erudición del argentino es apabullante. Extraordinario el dedicado a Macedonio Fernández. Sus afectos y antipatías literarias salen por todas partes. Hay opiniones y párrafos ya leídos en otras partes (por ejemplo, en Otras inquisiciones, pero eso es lo de menos).

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