Es tan difícil imaginar la biblioteca de cualquier hogar sin una novela de Dumas como encontrar en cualquier historia de la literatura, en principio rigurosa, más de quince o veinte líneas dedicadas a su obra. El próximo 24 de julio se celebra el segundo centenario de su nacimiento y es un buen momento para reinvindicar la figura del hombre más leído de su tiempo.
Extraordinario y paradójico, a medio camino entre la genialidad y la incultura, extravagante y presuntuoso, encantador e imaginativo. Vivió al dictado de fuertes impulsos: amor propio, horror a la pobreza, necesidad de medrar, fascinación por lo heroico, vanidad rayana en la manía, donjuanismo, prodigalidad y fanfarronería.
Con increíble capacidad de trabajo, Dumas es una auténtica fuerza de la naturaleza. Nadie lo ha leído entero. Ni el mismo, no sólo porque no se releía, sino por que no escribía todo lo que llevaba su firma. Entre 1826 y 1870 escribió alrededor de 91 obras de teatro, unas 200 novelas o relatos cortos, unos 10 volúmenes de memorias y unos 19 de impresiones de viajes. Funda y dirige 8 periódicos y acaba su vida redactando un libro de cocina.
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