Zweig: la sangre contra el espíritu

Poco antes de morir, el popular escritor austriaco (1881-1942) redactó una autobiografía (1) de autenticidad conmovedora. Ahora se traduce y publica de nuevo, en versión íntegra. Es una buena ocasión para indagar sobre las claves del éxito de este inspirado judío vienés, excepcional narrador y hombre de exquisita sensibilidad, europeísta convencido y ciudadano del mundo, que no quiso seguir viviendo cuando Europa dejó de ser el sueño que tuvo en su juventud.

“Toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo este ha vivido de verdad”. Con estas palabras termina la narración de sus memorias, un documento de excepcional lucidez sobre el periodo que le tocó vivir.

Más que su peripecia biográfica, interesa la conjunción de las características de su personalidad con las de esos años. Su vocación artística, su condición de vienés y de judío y las dos guerras mundiales, son los puntos clave de su biografía.

De gran sensibilidad artística y espíritu bien dotado para percibir a los demás, profundo y refinado, Zweig es más trabajador que genial, aunque posee el punto de intuición e inteligencia que sitúa a unos hombres por encima de los otros. Nace además en Viena y es judío. Lo primero le pone en contacto con un ambiente de exquisito aprecio por la cultura como no se daba entonces en otro punto del planeta, salvo quizás en París. Lo segundo no tendrá en él consecuencias religiosas pero sí psicológicas y de percepción de su entorno. Su cosmopolitismo y carencia de convicciones de tipo sobrenatural no le permitieron nunca sumarse, ni cultural ni religiosamente, a ningún proyecto de rescate de una raza y religión en Palestina. Vive, además, las consecuencias de la caída del imperio austrohúngaro, que fue algo más que una nueva delimitación de fronteras en centroeuropa.

Su vida ofrece pocos elementos novelescos, tampoco especialmente ejemplares. No es un personaje tan interesante como aquellos que él mismo biografía. De hecho, las menciones a sus personales peripecias son mínimamente citadas en su Autobiografía: Le interesa más relatar una época. Cuenta poco sobre su carácter, su familia, su vida sentimental, incluso poco sobre sus libros. Apenas llegamos a saber de su poca confianza en sí mismo, de su alto concepto de la amistad y de su aversión a las multitudes y baños de masas (a pesar de ser asiduo conferenciante y popular escritor). Para saber más de él, hay que acudir a la biografía escrita sobre el propio Zweig (2).Narra en cambio con detalle cómo era la Europa anterior a 1914 y cómo cambio todo desde entonces. Es un testimonio, lleno de sinceridad y narrado con la misma brillante percepción y elegantísimo estilo que exhibió en todas sus obras anteriores.


La claridad…

Como explica en el prólogo, redacta su Autobiografía sin servirse de documentación alguna, sólo con lo que su memoria ha logrado retener. Valorando sus cualidades, esto da idea de la importancia y profundidad de lo que desea destacar. Le toca vivir su infancia y adolescencia en una etapa que define como de seguridad, de solidez, un ambiente de liberalismo ilustrado que cuadra como anillo al dedo al despertar de su vocación artística. Frecuenta el trato de un grupo de jóvenes de talento precoz, fanáticos todos del arte.

Aturdido por el frenesí de su propio entusiasmo, vive intensamente estos años de formación. donde toma el impulso espiritual del que vivirá para siempre. Denuncia, no todo es perfecto, las deficiencias del sistema educativo y la hipocresía de algunos comportamientos y actitudes. La circunstancia de ser el segundo hermano de una familia industrial de la alta burguesía, le exime de la obligatoria dedicación al negocio familiar del que se ocupó el primogénito. Escribe sus primeros poemas, traduce a poetas franceses, va al teatro, cultiva amistades. Son los años de la universidad. Por fin, París, que comparte con Viena la capitalidad espiritual de Europa, la libertad, la ausencia de clases sociales. Prueba, ensaya, conoce, empieza a coleccionar autógrafos. Todavía antes de 1914 tiene oportunidad de conocer Asia y América. Hasta aquí las mejores páginas de su Autobiografía, que desde ahora es invadida por la nostalgia pesimista y apocalíptica que le llevó al suicidio.


Sorprendido por su éxito

Fue siempre un escritor triunfante: su primer artículo fue aceptado en el más importante periódico del momento; su primer libro de poesía simbolista lo publicó la exquisita editorial Insel; su primera obra de teatro fue estrenada por el mejor director y en el mejor teatro; sus novelitas cortas y biografías se vendían por miles y será traducido a lo largo de su vida a muchos idiomas (más de 50 hasta hoy).

Cuando se pregunta por el éxito de sus libros, para él insospechado, responde: “En definitiva, creo que proviene de un defecto mío, a saber: que soy un lector impaciente y temperamental. En una novela, una biografía o un debate intelectual me irrita lo prolijo, lo ampuloso y todo lo vago y exaltado, poco claro e indefinido, todo lo que es superficial y retarda a lectura. Sólo un libro que no cese de mantener su nivel página tras página y me arrastre hasta el final de un tirón y sin dejarme tomar aliento me produce un placer completo. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos los encuentro llenos de descripciones superfluas, de diálogos plagados de cháchara y de personajes secundarios innecesarios; resultan demasiado extensos y, por lo tanto, demasiado poco interesantes, demasiado poco dinámicos”.

El lector admira su penetración psicológica, su facilidad para adentrarse en los personajes y bucear en su mundo interior. Se deja arrastrar por su prosa arrebatada, su ritmo imparable y la tensión constante y alborotada que imprime a sus páginas. Corregir, para él, era sinónimo de suprimir, hasta que el producto final quedaba del todo podado. El resultado, una prosa elegante, precisa, sobria y justa. Sus libros atrapan desde la primera línea y es, sobre todo y siempre, gratificantemente ameno

Proviene de la mejor tradición judía de interpretación y transmisión de textos así como de la narración de acontecimientos y fue, ante todo, un excelente divulgador cultural, no en el sentido de facilidad y superficialidad.

No se puede decir de él que sea un original fabulista ni un revolucionario descubridor de nuevos campos respecto a la forma. Sus historias son sencillas, algunas incluso vulgares melodramas folletinescos si se contaran de otra forma y su técnica es bastante convencional: primera o tercera persona, desarrollo lineal de los hechos, un solo nivel narrativo generalmente, etc. Lo verdaderamente magistral es el logrado enfoque psicológico, el acertar a explicar porqué un personaje piensa como piensa y actúa como actúa.

Es cierto que su estilo culto, algo retórico y pasado de moda, con alguna propensión a lo ampuloso y grandilocuente, a lo demagógico, no resulta del todo simpático al gusto actual. Y también que el tragicismo de su espíritu destila un tono pesimista y vagamente escéptico que puede llegar a pesar y cansar el ánimo del lector. Pero también lo es que escribe sin prolijidad, sin vaguedades ni exaltaciones, con agilidad y arrebato, con una fluidez que permite leerle cientos de páginas sin cansar. Tiene un modo impresionista de ver y narrar la realidad, adecuado al filtro que le hace fijar su atención en los sentimientos de sus personajes. Maestro de la etopeya (descripción de caracteres) y la prosopografía (enumeración de características físicas y exteriores). Dos botones de muestra de sus habilidades narrativas: cómo describe el juego de miradas entre el doctor y la mujer en Amok y el párrafo (casi cinematográfico) que dedica a las manos del jugador en Veinticuatro horas en la vida de una mujer.


Pasión y conciencia, la redención por el espíritu

Un elemento clave aparece en su personajes: un pasión, que suele ser obsesiva y que siempre deja ver sus consecuencias a través de la conciencia. De pronto en sus vidas aparece un impulso irresistible, al que no pueden hacer frente ni la educación recibida, ni los compromisos asumidos, ni el empeño de las propias fuerzas. Generalmente siguen sus dictados y luego la voz de la razón hace ver las consecuencias, y aparece la infelicidad en forma de miedo al castigo o de conciencia de culpa. La redención aparece casi siempre en forma de confesión, y el perdón como premio a la sinceridad, unido a la convicción de la inutilidad de esa pasión. Otro elemento, sobre todo en los ensayos biográficos, es el sentido de misión, también con esa nota de obsesividad.

Sangre (Blut) contra espíritu (Geist), pasión contra razón, instinto y conciencia: he aquí el tema de la obra de Zweig. El mismo mantiene unos años una relación con una mujer casada y con hijos con la que contraerá matrimonio una vez fallece el primer marido de ella. Luego se divorciará para casarse con su secretaria, quien le acompañó en su último viaje al más allá. Sus personajes, también como él, son personas equilibradas y, generalmente, de un ambiente similar al que el escritor frecuentó toda su vida.

Se ha hablado mucho de la influencia en su obra de Freud (a quien decididamente admiraba), sin duda cierta en lo referente al mutuo interés por el estudio de la personalidad. No es tan claro no obstante que las obras de Zweig reflejen una visión materialista de la existencia, donde la sexualidad suponga la base instintiva de la conducta. En cualquier caso, en Zweig, esté o no la materia en el origen de un impulso, lo importante es la redención por el espíritu.

En explorar las leyes de los sentimientos dejó lo mejor de su arte de narrar. Muchos de sus personajes son seres atados a la pasión como a un caballo desbocado, arrastrados por una fatalidad psíquica, en un patético e inexorable declive digno de compasión. No se trata sin embargo de una humanidad inferior toda instinto, sino de personas inteligentes y, generalmente, cultas. Sólo alguna vez aparecen ejemplos de aquellos comportamientos patológicos (la persecución obsesiva que se narra en Amok, la lealtad canina del personaje de Leporella) que tanto interesaban a su admirado Freud.

Toca con frecuencia temas complejos y escabrosos como el adulterio, el aborto, la prostitución o la homosexualidad, siempre con corrección y buen gusto. Las consecuencias de las actuaciones desordenadas se hacen sentir, más como fruto de la educación recibida que por una conciencia de dignidad personal apoyada en fundamentos religiosos. Un tema psicológico clave en su literatura es la culpa, planteada a través de problemas morales de conciencia que pueden sorprender hoy día, con una actitud más permisiva e inhumana hacia cuestiones, por ejemplo, de fidelidad matrimonial.

Es curioso cómo justifica algunos comportamientos. Por ejemplo, al referirse en su Autobiografia al modo de vivir el descubrimiento de la sexualidad por la juventud de su época, da a su ejercicio un cariz irrenunciable y separado del matrimonio, algo así como una fase necesaria de la evolución natural, sin la cual la persona no quedaría completa.

Es destacable la ausencia de principios religiosos que manifiesta en su vida y en la de sus personajes. Sólo en El candelabro enterrado aparecen unas reflexiones de tipo religioso cuando se plantea, en boca de uno de los personajes el porqué de la persecución los judíos. Dios no está presente ni poco ni mucho, sencillamente no cuenta.


Constructores del mundo

“El ejemplo es el vínculo que más fuerte ata unos hombres a otros; cada acto despierta en los demás la voluntad de lo justo y hace que se levanten del ensueño y llenen activamente sus días” dice el personaje central de Los ojos del hermano eterno. Zweig se interesa, como no, por los grandes espíritus, pero no sólo por ellos.

No toma partido a favor del héroe si no que sólo ve la parte trágica del vencido. En narraciones cortas le atrae siempre el que sucumbe al destino; en las biografías, no quien tiene razón en el campo real del éxito, sino en el exclusivamente moral: Erasmo y no Lutero, Mª Estuardo y no Isabel, Castellio y no Calvino, Tersites y no Aquiles. Le interesan los que han atravesado grandes tormentas sin zozobrar el rumbo (Fouché, Erasmo). Siente predilección por naturalezas indómitas y de vida intensa: se nota en las personas que despiertan su interés en la vida real y en sus novelas cortas

Anda a la caza y captura del genio, del audaz, del héroe, aunque sólo lo sea un instante, aunque no haya triunfado a los ojos el mundo. La épica intensa de ese momento donde el hombre comparte especialmente lo divino queda reflejada en sus frecuentes frases sentenciosas y perfectas. Cuando habla, por ejemplo, del impulsor de la empresa de conectar Europa y América con cable telefónico culmina el relato: “(…) el hombre dio con su misión y la misión dio con su hombre”.

Sus biografías, escritas tras un amplio trabajo de documentación, son más ideológicas que cronológicas, no son un conjunto de datos, fechas y sucesos. No aplasta con su vasta cultura y erudición. Cada hombre tiene su misterio y a Zweig le fue dado escudriñar y alcanzar a conocer el de muchos de los importantes. Atrapa una idea e insiste una y otra vez, frío en el análisis y apasionado en la defensa


Escritor total

Zweig es un escritor de inusitada regularidad. Bien es verdad que no se precipitó en publicar y, antes de lanzarse de lleno en su producción propia invirtió largos años en lecturas, viajes y el cultivo de la amistad y la conversación de las mentes más destacadas de Europa.

No despreció género alguno: publicó libros de poesía y fue siempre ferviente entusiasta de este tipo de literatura, especie de primera división de las letras. Entusiasta del teatro, escribió varias obras de calidad pero, variados motivos que explica en su Autobiografía, le llevaron a dejar de escribir obras dramáticas, que no a dejar de asistir a todos los estrenos que podía. De todos modos hay características propias del género dramático (acotación de situaciones, intensidad, cuidado de los diálogos) que impregnan toda su obra (especialmente en sus narraciones cortas) y que favoreció que algunas fueran llevadas al cine. Sólo en dos ocasiones se atrevió con la larga distancia en la novela, y aún así una de ellas quedó a su muerte pendiente de revisión y no se vio publicada hasta años más tarde.

La editorial Juventud, desde los años 50, ha editado en España su obra completa y también se encuentran algunos títulos en Austral. En los últimos años se ha revitalizado la popularidad de este autor y se están editando nuevas traducciones, más modernas, en Destino, Alba y, sobre todo, El Acantilado. A veces las traducciones de los títulos en español cambian así como los criterios a la hora de agrupar relatos cortos.

Pocos han escrito tanto y tan bien y resulta difícil destacar apenas 15 títulos (no libros) de los más de sesenta que escribió, que sirvan como guía de lectura. Entre sus biografías y ensayos biográfico-históricos son indispensables: su autobiografía “El mundo de ayer. Memorias de un europeo” (1); la primera serie del ciclo ‘Constructores del mundo’, que, con el título de “Tres grandes maestros” recoge ensayos biográficos sobre Balzac, Dickens y Dostoievski. Es un libro escrito desde la reverencia, pero su apasionado y favorecedor entusiasmo, no resta interés al agudo análisis que hace de sus respectivas obras; “Momentos estelares de la humanidad: 12 miniaturas históricas”. Una pequeña joya, aunque la elección sea desigual en cuanto a la importancia real que esos hechos han tenido en la historia; por último, las biografías de Fouché, María Estuardo, María Antonieta, Erasmo y Magallanes En cuanto a la ficción, son destacables: la novela larga “La Piedad peligrosa” y las novelas cortas y relatos: Carta de una desconocida, Veinticuatro horas en la vida de una mujer (para muchos, su mejor novela), Novela de ajedrez, Amok, Miedo, Ardiente secreto y La confusión de los sentimientos.


…y las tinieblas

1914. La guerra golpea fuertemente sus sueños de unidad cultural europea y debilita su confianza en las autoridades: terminó el tiempo de la seguridad. Penetrado de la significación del momento, poseído de la importancia de su papel, asiste y toma parte de un intenso debate en torno al papel del intelectual en tiempos bélicos. Escribe y estrena su drama religioso-pacifista Jeremías y pasa en Suiza los últimos años de la guerra. Son tiempos de progresos técnicos y sociales pero también de pérdida de libertad de espíritu

La cantidad y calidad de sus amigos nos hace suponerlo un hombre entrañable y humano. Basta repasar la densidad de figuras para apreciar la concentración de genio que se dio en la última étapa del imperio: escritores contemporáneos a Zweig pero de anteriores generaciones como J. Conrad , T. Mann, R. M. Rilke, H. Hesse, R. Walser; otros más jóvenes como F. Kafka; o judíos y austriacos como F. Werfel, J. Roth, Hugo von Hoffmannsthal, Arthur Schnitzler, Beer-Hoffmann o Peter Altenberg. Talentos judíos austriacos en otros campos fueron también Mendelssohn, Malher y Schönberg en la música, Wassermann y Freud en la ciencia, Rathenau en la política. En absoluto ceñía su amistad a los límites de la lengua alemana. Sus mejores amigos quizás fueron el belga Emile Verhaeren y el francés Romain Rolland. En su autobiografía se deslizan jugosas anécdotas de Rilke, Joyce y Freud.

El periodo de entreguerras, en Salzburgo, es el más productivo, consolidado ya como intelectual de prestigio. Hasta ahora prácticamente no ha publicado nada. Pasa revista, ya definitivamente interesado por ellas, a cuestiones políticas y sociales, a las que hasta 1914 había dedicado una apática indolencia. Los años de recuperación postbélica ven nacer una nueva estrella en el firmamento germánico que será el desencadenante de la nueva conflagración mundial. En Londres, en 1939, le es retirado el pasaporte y con ello la nacionalidad. Unos pocos años más tarde, en Brasil, se quitará la vida. Escandalizado se suicidó, creyó demasiado en sus semejantes y no pudo superar la barbarie nazi que impide una Europa de cultura, fraternidad y tolerancia. No consigue soportar esa lamentable derrota de la razón que amenazó las libertades individuales.

agosto, 2001

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(1) El mundo de ayer. Memorias de un europeo. El Acantilado, Barcelona 2001. 546 págs, 3.900 ptas. T.o: Die Welt von Gestern. Trad. De Joan Fontcuberta y Agata Orzeszek

(2) “Nostalgias europeas. Una vida de Stefan Zweig”, Jean Jacques Lafaye. Ed Juventud.

Autor: Javier Cercas Rueda

En 1965 nací en Sevilla, donde he vivido casi treinta años con un pequeño paréntesis de cuatro en Jerez. En 1994 me trasladé a Granada, donde sigo desde entonces. Estudié Economía general, he vivido once años de mi vida en Colegios Mayores, y desde 1995 hago crítica de libros y he mantenido diferentes relaciones con el mundo de la comunicación. Entre las cosas que me hacen más feliz están mi familia, mis amigos, los libros que he leído y haber subido en bici el Galibier. AVISO IMPORTANTE Conviene volver a recordar que el autor de estas entradas, Francisco Javier Cercas Rueda (Sevilla, 1965), que firma sus escritos como Javier Cercas Rueda (en la foto a la derecha) y José Javier Cercas Mena (Ibahernando, Cáceres, 1962), que firma los suyos (como Soldados de Salamina) como Javier Cercas, somos dos personas distintas.

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