He leído estos días la tercera novela de Freeman en la edición del Círculo. Los protagonistas siguen siendo el teniente de detectives Jonathan Stride, Maggie (policía que trabaja con él) y Serena (novia de Stride e investigadora privada). Como si no bastara con el psicópata de turno, se enfrentan con dos, un convicto fugado que ya conoce tristemente Serena desde su infancia, y un violador con una cara externa de lo menos sospechosa. La trama está muy bien hecha, con giros, tirabuzones y triples saltos. En vez de en Nueva York, Los Angeles o Chicago, las novelas de Freeman ocurren en Duluth (Minnesota).
A Freeman le encantan los perturbados sexuales y, en general, los personajes con comportamientos anormales en ese terreno. El mismo, a través de sus personajes, reconoce explícitamente que todo eso es inhumano e indigno del hombre pero, parece querer decir, «es lo que hay». Hay tanto enfermo sexual que sus libros que termina siendo desagradable para cualquiera con una mínima sensibilidad. Es una pena porque los personaes principales están bien, con una opoción clara por hacer del mundo un lugar un poco mejor.
En conjunto, los puntos negativos de Freeman me parecen de más peso que sus aciertos y no recomiendo su lectura.