He terminado las partes dos y tres de la trilogía Millenium de Larsson. En realidad es un sólo libro en dos volúmenes. En la tres no ocurre casi nada nuevo, describe cómo distintos grupos van descubriendo todo lo que pasa en la dos.Como les dije en el comentario a Los hombres que no amaban a las mujeres, en principio no pensaba seguir. Pero no siempre hago lo que planifico.
Cosas positivas:
1) Larsson ha acertado con los personajes centrales. Mikael es competente, honrado, idealista, audaz e incansable. Representa lo mejor que el periodismo bien hecho puede aportar a una sociedad avanzada. Lisbeth es un pozo sin fondo. Representa un tema tan candente como es el maltrato a la mujer. Y con ésta es mejor no meterse.
2) Trama altamente compleja y a la vez comprensible. En la historia llegan a estar implicados grupos de policías de dos ciudades, la secreta, un subgrupo aún más secreto, un periódico, una revista, una agencia de seguridad, el poder judicial y la oficina de protección constitucional. Esto sólo del lado de los buenos.
3) La denuncia de cosas que no deberían ocurrir, el poner sobre la mesa los límites de la sociedad del bienestar. La seguridad nacional tiene unos límites que no deben saltarse.
Seguiremos.
En estas fechas señaladas, ahora que algunos tienen tiempo libre, lo mejor que se puede hacer es leer disfrutar de una buena lectura, sobre todo de aquéllas que tengan pendientes. Les eché el ojo hace tiempo a los libros de Larsson y pretendo leérmelos ahora; no son los únicos que quiero devorar, es una pena que haya libros difíciles de conseguir. Por ejemplo, tras la demanda civil presentada por cierto partido político conservador contra Sergi Durà, y la presión de la cadena de radio religiosa por excelencia a los grupos de distribución, la novela ‘Coincidencias’, libro en el que se mezcla el sexo, las chicas con minifalda y los políticos corruptos, se ha convertido en un texto difícil de encontrar, pues los ejemplares distribuidos en la Casa del Libro, el Corte Inglés y la Fnac se han vendido o retirado de la venta; lo he comprobado. Me comenta el dueño de Ambra, la pequeña librería que me lo ha conseguido, que entre altas dosis de erotismo, se burla sin piedad de políticos deshonestos y de otras muchas cosas. El libro no tiene desperdicio, pero para leerlo tendréis que encargarlo. Es una pena que se prohíban y censuren algunos libros, da rabia y ganas de gritar lo mismo que Wallace en ‘Braveheart’: “¡Libertad!”