Lapidus llega pisando fuerte (promocionalmente hablando) al equipo del negro escandinavo, cada vez más numeroso. Ya ha salido en castellano la segunda parte de su Trilogía negra de Estocolmo.
He leído la primera y me ha parecido sólo regular. El tema es la cocaína en la capital sueca: las bandas (especialmente los yugoslavos) la comercian, los pijos la consumen. Tres líneas argumentales: el matón culturista del Don serbio (a su vez separado y luchando por ver a su hija), el pijo con doble vida (a su vez tras la pista de su hermana desaparecida) y el latino-patero que sale de la cárcel y quiere vengarse (a su vez dominado por el cariño a su hermana, lo único bueno que hay en su vida). La poli no aparece directamente, sólo a través de informes que explican una operación que se está preparando.
El libro es demasiado largo, es barriobajero a más no poder y abusa de un estilo telegráfico que a mi me fastidia. Por ejemplo, se escribe «Mrado desconcertado» en vez de «Mrado estaba desconcertado». Hay muchas repeticiones y detalles innecesarios aburridos (técnicas de blanqueo de dinero, desarrollo de una partida de póquer mano a mano, fábrica de coca,…). Como si le pagaran a Lapidus al peso.
Los personajes no pueden ser menos atractivos. Obsesos de la ropa, del dinero, de las tías, de los músculos, la hipocresía de las clases altas. En fin, que no veía el momento de terminar con esto. Desde luego, las he leído peores, pero dudo mucho que siga con la trilogía.