Todo el que escribe de Fernando Quiñones cita irremediablemente el elogio que hizo de él Borges. Ven, acabo de hacerlo yo mismo. Lo cierto es que es un escritor importante y casi desconocido. Me he acordado de él porque ayer me quejaba con unos amigos de la manía de representar fonéticamente el modo de hablar que tenemos los andaluces. Me resulta en general algo grotesco, simplista y patético, de obra de teatro cutre o de españolada cinematográfica. Como si los andaluces fuéramos unos cómicos a tiempo completo que están todo el día diciendo ozú y chiquiyo mientras ensayan verónicas por el pasillo de su casa.
Lean a Quiñones. Aunque no sólo por eso, tiene un oído exquisito para el habla andaluza y la reproduce con seriedad y respeto. Lean Tusitala, sus cuentos completos en Páginas de Espuma, o lean El coro a dos voces, una excelente selección de sus relatos que publicó hace años Muchnick. No lean Las mil noches de Hortensia Romero, novela en forma de entrevistas a una famosa prostituta de Cádiz, con aciertos (el dominio del lenguaje, el desparpajo) pero muy sórdida y repetitiva.
Y sobre todo, por favor, ahórrense y ahórrennos el penoso remedo si no son del sur.