Pla sostenía que un hombre que después de los cuarenta años aún lee novelas es un puro cretino. No comparto esa posición extrema pero confieso que la sentencia pesa como una losa escondida en mi inconsciente. Cuando la recuerdo en palabras es siempre para rebajarla, pero el hecho es que no consigo librarme de su vigilancia. Tercamente, mis lecturas favoritas de cada año son sin excepción memorias, diarios, colecciones de artículos o de aforismos, biografías o monografías sobre asuntos que me interesan. Menos, por ahora, la filosofía (exceptuando la ética) y la historia.
En el último lustro me he aficionado en particular, creo que ya irremisiblemente, a los Diarios de escritores. Les quiero hablar hoy de ellos. Son escritos muy variados, que suelen recoger poco o nada asuntos estrictamente personales (en el sentido de privados o domésticos) y que no contienen de ordinario revelaciones escandalosas propias ni ajenas. Todo lo más, rencillas literarias, agravios y resentimientos mal curados. El ego del escritor es especialmente sensible y nunca olvida una palabra tibia hacia su obra, y menos un desaire.
Para que me interesen tienen que ser de escritores. Son los que miran (y se miran) mejor, los que ven más y los que saben expresarlo con belleza y precisión. Por lo general son personas inteligentes y cultas que cuidan lo que dicen y cómo lo dicen.
Incidan más o menos en lo personal, sean más literatura del yo (diario íntimo) o más “cuadernos de todo” (según la expresión de Martín Gaite), nos proporcionan casi siempre un festín inagotable. Suelen hablar de sus trabajos, de lo que leen (de si les gusta y por qué), de su actividad en el mundillo literario, cuando la tienen; del acto de escribir y cómo y del de leer; de sus amigos y enemigos escritores, de los críticos; comentan una noticia de actualidad, intercalan un recuerdo personal, relatan una comida con amigos; por aquí y por allá un poema, un aforismo, el germen de una historia para una novela o un artículo; un viaje, la necrológica de alguien que ha fallecido o una lista de propósitos. Como ven, es imposible el aburrimiento. Las entradas, fechadas o no, largas o breves, se suceden unas a otras en poco tiempo: si algo interesa menos, no hay problema, acabará pronto.
La cuestión de la difusa sinceridad/veracidad no debe frenarnos, aunque el pacto de lectura que se establece de oficio con este tipo de libros inclina a darles el peso de lo documental-no ficcional. Como confiesa García Martín en Línea roja, su última entrega: “Me gusta jugar un poco con el lector distraído. En lo que escribo, casi todo lo que parece ficción, es autobiografía, pero en cambio casi todo lo autobiográfico resulta rigurosamente inventado. Pero el lector atento no se confunde nunca. Sabe que todo es verdad, o lo que es lo mismo, literatura”.
No es imprescindible coincidir con todas las opiniones de cada escritor, lógicamente. Pero debe haber cierta afinidad, sobre todo para perseverar con algún autor. Con los diaristas más constantes, se termina conociendo bien a la persona. Son inevitables las repeticiones y las reacciones idénticas a estímulos similares. Más que con otro tipo de libros, estas lecturas reclaman cierta amistad hacia el escritor.
Por cercanía a su realidad y por el idioma tiendo a los españoles. Diaristas vivos que me gustan mucho son Uriarte y García Martín. Destaco asimismo los inclasificables libros-cajón de sastre de Miguel D’Ors que titula Virutas de taller. Vila-Matas, único en su especie, también ha tentado el género con éxito. Tienen indudable calidad Jiménez Lozano, Trapiello, Llop o Puig. El cuaderno gris de Pla es un imprescindible. De escritores sudamericanos destaco los de Ribeyro, de interés desigual.
Tres diaristas franceses que recomiendo: Rénard (para mi, de importancia inaugural), Camus (Carnets) y Gide (hay una edición muy buena que entresaca sólo los asuntos literarios, ahorrándonos todas sus entradas menos agradables). Más allá del castellano y el francés, pueden citarse los libros de Kafka, Tolstoi y Somerset Maugham (Cuadernos de escritor).
Concretemos más, tres recomendaciones: Diarios (volumen I: 1999-2003) (Uriarte, Pepitas de calabaza, 2010), Más virutas de taller (D’Ors, Los Papeles del Sitio, 2010) y Diario 1887-1910 (Rénard, Debolsillo 1998, selección).
Como decía, dudo del grado de verdad de la opinión de Pla citada al principio. Lo dijo en una entrevista que le hicieron en 1965, el año en que nací. Ya voy despidiéndome de los cuarenta y lo cierto es que no he leído estos últimos años ninguna novela mejor, por ejemplo, que esos tres libros que les digo. Aunque también puede ser porque las mejores que existen ya las leído uno antes de esa edad.
Encontraran en este blog comentarios a muchos de los libros mencionados en esta entrada buscando en Tema\Género\Diarios.