Hacer un cuento

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.

No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, esta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.

Felisberto Hernández (escritor uruguayo, 1902-1964) es considerado uno de los principales exponentes de la literatura fantástica en idioma español. Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus obras han sido traducidas a múltiples idiomas. Entre sus obras se destacan Nadie encendía las lámparas (1947), La casa inundada (1960) y la novela corta Las hortensias (1949). Fue, también, un pianista notable.

Marías, Tu rostro mañana

Estos son los comentarios que fui haciendo a las tres partes de Tu rostro mañana, última novela de Javier Marías. Como explico en la reseña a la tercera parte, recién editada, no creo que sea el mejor acercamiento a este autor.

Greguerías

Decepción: las Greguerías de Gómez de la Serna. Me han parecido la mayoría tontas, con poca gracia. La edición de Cátedra recoge unas 1.300 de las que sólo leo aburrido la mitad. Su definición “Metáfora + humor”. Acabo tan cansado que prescindo de la introducción crítica al dejar el libro.Transcribo algunas que me dan menos vergüenza.

Pingüino es una palabra atacada por las moscas.

No gozamos bien del canto del ruiseñor, porque siempre dudamos que sea el ruiseñor.

La arquitectura árabe es el agrandamiento del ojo de la cerradura.

La lógica es el pulverizador de la razón.

El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que sueña con Venecia es el que está en Venecia.

El sueño es un pequeño adelanto que nos hace la muerte para que nos sea más fácil pasar la vida.