No es país para viejos (y III)


Lo que el sheriff Bell dice sobre la verdad:

Opino que cuando todas las mentiras hayan sido contadas y olvidadas las verdad seguirá estando ahí. La verdad no va de un sitio a otro y no cambia de vez en cuando. A la gente de ahora les hablas del bien y del mal y te expones a que se sonrían. Mi padre siempre me decía que hiciera las cosas lo mejor que supiera y que dijera la verdad. Que nada tranquilizaba tanto como despertarte por la mañana y no tener que decidir quien eras. Y si has hecho algo mal, da la cara y di lo siento y apechuga. No cargues más peso del necesario.Yo creo que la verdad siempre es simple. Y lo es por fuerza. Tiene que ser lo bastante simple para que la entienda un niño. De lo contrario sería demasiado tarde. Cuando las comprendieras ya sería tarde.

No está mal encontrarse cosas así en una novela, ¿no creen? ¿les pasa con frecuencia?

No es país para viejos (II)


El sheriff Bell reflexiona sobre el mal:

Creía que nunca conocería a una persona así y eso me hizo pensar si el chico no sería una nueva clase de ser humano.
Yo siempre supe que para hacer este trabajo había que estar dispuesto a morir. Si no, ellos lo saben. Lo notan enseguida.
Gobernar a los buenos cuesta muy poco. Poquísimo. Y a los malos no hay modo de gobernarlos. Al menos que yo sepa.
No se puede ir a la guerra sin Dios.

No es país para viejos (I)

Tremenda historia de McCarthy. No me convenció la primera de la Trilogía de la frontera, sí La carretera y ahora me ha encantado ésta. Como ya les dije, me he traído a las vacaciones Meridiano de sangre.

Llewelyn Moss se larga con dos millones de dólares que no son suyos y Anton Chigurh, un psicópata asesino que va por libre, lo busca para recuperarlos. El Sheriff Bell intenta encontrar entes a Moss y así salvarle.

La historia es muy buena y está contada con ritmo y estilos magistrales. Por si fuera poco, McCarthy, por boca de Bell, desarrolla ideas certeras sobre temas de fondo: el mal, la verdad, el matrimonio.

Merece la pena recoger algunas. No se pierdan esta novela.

Hablando de su mujer, dice Bell:

La gente se lamenta de las cosas malas que le pasa y que no merece pero raramente menciona las cosas buenas. Lo que ha hecho para merecerlas. Yo no recuerdo haber dado al Señor demasiados motivos para que me favoreciera. Pero lo hizo.

Mi mujer ya no lee nunca el periódico. Probablemente tiene razón. Suele tenerla.