Vargas. El ejército furioso

Varios casos entrelazados:

1. El principal. Varios asesinatos en Ordebec, Normandía. Una vieja leyenda de justicieros (El Ejército Furioso), una familia de superdotados y un policía local descontento.
2. Un industrial rico que es asesinado (quemado vivo en su coche, para más señas).
3. Un gamberro que ata las patas a los palomos.
4. Un octogenario que se cansa de su mujer y la ahoga con migas de pan.

En la cabeza de Adamsberg todo fluye y cuenta a la vez, sin prisas. Un asunto como el de Ordebec es irresistible para él.

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HHhH

1942. Chequia en mano de los nazis. Heyndrich, número dos de Himmler (SS) es la cabeza del Protectorado. Operación Antropoide: Gabcik y Kubis, un checo y un eslovaco, son enviados desde Londres para atentar contra la vida de Heyndrich.

Binet se obsesiona desde joven con esta historia y se pasa años recopilando toda la información posible que vuelca finalmente en este libro. Lo mejor para mi es el tono. Se trata de un reportaje fidedigno en el que el autor está muy presente contándonos los pasos que va dando y sus opiniones (metaficción) junto a los hechos que narra (reconstrucción). Breves capítulos, que pueden ser también una cita, un discurso o una entrada en un diario. El relato tiene un ritmo estupendo y Binet una pasión por el tema (algo maniática pero simpática) que resulta contagiosa.

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Grangé

Hace unos años leí una novela de Grangé, La línea negra, que me impresionó bastante. Lo suyo es el thriller criminal al límite, varios pasos por delante del resto en cuanto a sus encarnaciones del mal.

Ahora ha publicado Miserere, traducida en España como El origen del mal. Extraños asesinatos, dos policías completamente fuera de molde y un trasfondo que pone los pelos de punta.

El dolor y el castigo como redención, la voz humana como instrumento de dolor, la religión, el nazismo, una secta, experimientos con humanos, coros de niños (de ahí lo del Miserere), política, pederastia, tortura, Chile y París. Cualquiera de esos elementos habría bastado para una novela, pero Grangé los emplea todos. Resulta excesivo. Por no hablar de los polis: un jubilado armenio con un pasado y un joven yonki con habilidades de 007.

Grangé trabaja sus libros y hay muchos datos (geográficos, científicos, armamentísticos, históricos, musicales, etc) buscando la credibilidad del lector, al que pronto le queda agotada la capacidad de asombro. Ya lo he dicho, excesivo.