Cioran

Leo el primer capítulo de El inconveniente de haber nacido, de Cioran, y lo devuelvo a la Biblioteca. Compruebo que el estilo es vigoroso y que cada aforismo contiene alguna idea, pero no veo que esta lectura vaya a aportarme gran cosa. No extraigo conclusiones con tan pocas páginas e intento no etiquetarlo de existencialista cenizo, pero me va a costar retomarlo en alguna otra ocasión.

De todos modos, como decía alguien, siempre se saca algo:

…sólo hay que decir algo que pueda susurrarse al oído de un borracho a de un moribundo.
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Lo que sé a los sesenta años ya lo sabía a los veinte. Cuarenta años de un largo y superfluo trabajo de comprobación.
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…podría prescindir de todo salvo del tónico de la injusticia.

La novela: ¿o inmoral o aburrida?

El mal imaginario es romántico, variado; el mal real, triste, monótono, desértico, tedioso. El bien imaginario es aburrido; el bien real es siempre nuevo, maravilloso, embriagante.

Por lo tanto, la “literatura de imaginación” o es aburrida o es inmoral (o una mezcla de ambas).
No escapa a esta alternativa como no sea que, a fuerza de arte, pase del lado de la realidad –cosa que sólo el genio puede hacer.

Simone Weil (De La gravedad y la gracia)

[Citada en el volumen del que les hablé Repensar la ficción].

Libertad y felicidad

Acabo de terminar un libro que empecé hace justo un año, un voluminoso manual de ética que hace un anásilis exhaustivo, conceptual e histórico, de los dos enfoques principales de la moral cristiana: moral de obligación (y su presupuesto, la libertad de indiferencia) y moral de la felicidad -y de la virtud- (libertad de calidad). La exposición es clara y rigurosa, y me ha servido para fijar conceptos, corrientes y enfoques en los que había picoteado aquí y allá desde hace tiempo. Desde luego hay que tener mucho interés en la cuestión para abordar este estudio.

No tengo dudas respecto a que entender bien (y luego vivir) qué es la libertad es el punto clave para orientarnos en la búsqueda de la felicidad. Uno puede pasarse la vida aporreando las teclas de un piano en el orden que nos apetezca, o bien puede estudiar música, someterne a una disciplina de aprendizaje y repetición y seguir unas reglas; el primero puede pensar que hace lo que quiere y estar convencido de que eso es la libertad, pero el que hará música es el segundo. Eso es la auténtica libertad, poder distinguir el bien y la verdad y poder decidirnos por ellos.

Las fuentes de la moral cristiana, Servais Pinckaers, Eunsa 1985.