Enric González. Historias de Londres

GONZÁLEZ_LondresEste libro no cuenta su trabajo de corresponsal del País y poco (para mi gusto) de lo personal, aunque el escritor quede bien retratado. Es un libro sobre Londres escrito con conocimiento y amor y narrado con sencillez y eficacia. Lo toca todo: el fútbol, los políticos, la iglesia, las finanzas, los barrios, el sistema sanitario, las cloacas, los pubs, la historia, la comida, la familia real, los periódicos o las cervezas. Retrata muy bien el carácter británico. Se mete a fondo en cuestiones que le interesan, como la historia de Jack el Destripador o el fenómeno Barrie-Peter Pan.

Me ha gustado mucho, y eso que no he estado allí nunca (ni hay visos de solucionarlo a corto o medio plazo). Solo me ha sobrado un poquito la profusión de nombres de calles y lugares y me hubieran gustado más historias de personas en el presente.

He conseguido el de Nueva York y buscaré el de Roma.

Una agradable sorpresa.

Historia del mundo en el S. XX. Onésimo Díaz

DÍAZ_HistoriaPara los que nos gustan las historias sencillas de lo que sea (de la música, del arte, del cine, de la filosofía…), visiones globales y claras, y en un volumen, estos libros están fenomenal. Este tercero de la serie de Díaz se ocupa del mundo entero (antes fueron Europa y España) en todo el siglo XX: grandes hechos históricos (guerras, economía, sociedad, religión, política) y su reflejo en biografías, novelas y películas.

A favor: la ambición y el esfuerzo de síntesis, la selección de asuntos, la claridad al explicar los porqués (aportación clave, pienso, de un historiador), la extensa bibliografía final y la elección bastante certera (en general) de libros y películas. En contra sólo dos cosas: los infinitos paréntesis con cita tras casi cada párrafo que restan fluidez a la lectura y el resultado enciclopédico (quizás se tocan demasiados asuntos: resulta algo pesado para leer seguido: un libro más para tener y consultar).

Balance: una lectura claramente recomendable.

Fouché. Stefan Zweig

ZWEIG_FouchéApasionante retrato de la erótica del poder. En 1790 profesor en un seminario, en 1792 saqueador de iglesias, en 1793 comunista,  cinco años después multimillonario y otros diez años después Duque de Otranto. En todas las salsas, siempre la main dans la pâte: Revolución (Convención), Directorio, Consulado, Imperio y Monarquía. Siempre por encima de sus oponentes: Robespierre, Napoleon o Talleyrand.

Diplomático, artista de manos ágiles, palabras vacías y fríos nervios. Hombre poderoso, singular, encontró poco amor entre sus contemporáneos y aún menos justicia en la posteridad. Maestro del saber callar, de la ocultación y de la observación de las almas. Resistencia contra el lujo y el boato, capacidad para saber ocultar la vida privada y los sentimientos personales. Nunca titular visible del poder y, sin embargo, tenerlo por completo. Tirar de todos los hilos sin pasar jamás por responsable. Rostro feo y repelente, voz quebradiza. Donde es más fuerte es en su escritorio, en la sombra. Espiar. Audaz valor y absoluta falta de carácter e imperturbable falta de convicciones. Demoníaco, maquiavélico, acrobático. Intrigante y conspirador nato.

Traidor, miserable, puro reptil, tránsfuga profesional. Siempre se deja abierta la retirada. Sólo conoce un partido al que es y será fiel hasta el final: el más fuerte, el de la mayoría. Un botón de muestra: cuando Napoleón hace matar al Duque de Enghien, Fouché comenta: “fue más que un crimen, fue un error”.

El personaje más interesante de su siglo desde el punto de vista psicológico. Gran inteligencia y gran capacidad de trabajo. Desfachatez: nunca abandona traidoramente de forma lenta y cautelosa. Se marcha en línea recta, a plena luz del día, sonriendo fríamente.

Una época interesantísima y un personaje único.