Balances del 2008

El Cultural de El Mundo hace sus votaciones:

Los diez libros de ficción (con enlaces a las críticas en El Cultural).
Los diez libros de no ficción.
Las votaciones.

Mi opinión: no he leído ninguno de los veinte y no creo que lo haga.

De propina: las cinco mejores películas extranjeras del año. También según ese cultural.

Textual: «Shakespeare ha sido lo más importante -y no exagero un ápice- que me ha pasado en la vida». Esto lo dice realmente Luis Alberto de Cuenca hablando del Teatro selecto del inglés que se acaba de publicar. Veintidós nuevas traducciones de Ángel-Luis Pujante.

Por si quieren saber más del escritor que -dicho sea de paso, y sin que se entere de Cuenca- a mi no me entusiasma, pueden leer Shakespeare. La biografía, de Peter Ackroyd.

Bajo los vientos de Neptuno

A veces las cosas no funcionan a la primera. El primer libro que leí de Fred Vargas me pareció original pero no impresionante. El segundo más flojillo. Insistí porque creía ver la promesa de algo y el tercero no terminó de entusiasmarme. El cuarto me ha encantado. Ya me ha ganado definitivamente. No tiene nada que ver con los cánones del género, ni en tramas, ni en ritmos ni en tipos de prsonajes. Sus asesinos-tarados son sofisticados y tremendamente complejos. Y no lo es menos Adamsberg, el oponente policial. Es un poli imprevisible que vive en las nubes, lleno de intuiciones. Lo más alejado a la lógica científica de los CSI.

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Hacia la dicha por el arte

El arte es, como la palabra, uno de los instrumentos de unión entre los hombres, y, por consiguiente, de progreso, es decir, la marcha progresiva de la humanidad hacia la dicha. La palabra permite a las generaciones nuevas conocer cuánto han aprendido, por la experiencia y la reflexión, las generaciones precedentes y los más sabios de sus contemporáneos; el arte permite a las generaciones nuevas experimentar los mismos sentimientos que han experimentado las precedentes, y los mejores de sus contemporáneos. Y de la misma manera que se verifica la evolución de los conocimientos, cuando los conocimientos reales y útiles substituyen a los caducos, igual se genera la evolución de los sentimientos por medio del arte. Los sentimientos inferiores, menos buenos o menos útiles para la dicha del hombre, son substituidos sin cesar por mejores sentimientos, más útiles para aquella dicha. Tal es el destino del arte. Y, por consiguiente, el arte, en cuanto a su contenido, es mejor cuando mejor cumple aquel destino, y es menos bueno, cuando lo cumple menos bien.

Luego, la valuación de los sentimientos, o sea la distinción entre los que son buenos y los que son malos para la dicha del hombre, es obra de la conciencia religiosa de una época. En todas las épocas históricas y en todas las sociedades, existe una concepción superior -propia de cada época- del sentido de la vida, y ella es la que determina el ideal de felicidad, hacia el cual tienden cada época y cada sociedad. Esta concepción constituye la conciencia religiosa. Y esta conciencia se encuentra siempre expresada con claridad por algunos hombres escogidos, mientras que el resto de sus contemporáneos la sienten con mayor o menor intensidad. Nos parece, a veces, que esta conciencia falta en ciertas sociedades; pero, en realidad, no es que falte, es que no queremos verla, porque no está de acuerdo con nuestra peculiar manera de vivir.

Tolstoi