Ultimo Auster

La última novela de Auster es un artefacto paranoico y disparatado. Una de las cosas que siempre me han gustado de él es –hasta ahora- lo bien que se le entiende. Esta vez ha jugado a la pirueta metanarrativa y a la mezcla de planos, no ha confiado en la potencia de su imaginación y en la riqueza de sus historias. Lo consideraremos un paréntesis, un mal momento.

Microcuento

Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomamos un café mientras continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

«Soledad», de Pedro de Miguel

in memoriam

Mailer

El escritor norteamericano Norman Mailer murió a los 84 murió en el Mount Sinai de Nueva York a raíz de una crisis renal. En estos días se anunciaba la traducción en castellano de su última novela, El castillo del bosque, que indaga sobre la infancia y adolescencia de Hitler.

Sólo he leído del él Los desnudos y los muertos, una de las mejores novelas bélicas que conozco. Es un escritor poderoso, de largo aliento, que necesita muchas páginas. Su nombre siempre se ha vinculado al nuevo periodismo (Wolfe) pero, que recuerde ahora, su novela no me sonaba a Wolfe.

Siempre he querido leer algo más suyo pero me ha detenido el número de páginas (por ejemplo, de La canción del verdugo) y el tono áspero y duro de sus escritos. Poco agradable.