Fin de Ribeyro, de sus Diarios y de las colecciones de cuentos que no conocía. Conocidos también los relatos que venía leyendo, en oleadas, desde 1994, sus Prosas apartidas, sus Dichos de Lúder y una de sus tres novelas (tan mala que no osaré las otras dos), ya debería poder decir algo de este escritor. Para eso debo pararme, repasar mis notas, pensar en él, releer –más a fondo- y analizar los cuentos que más me han gustado, sacar conclusiones, confrontarlas con lo que he leído y guardo sobre él. ¿Lo haré?
Es un buen cuentista sudamericano del S. XX y me gusta, si no todo, buena parte de lo que ha dejado escrito. Bien, pero ese esfuerzo me resta fuerzas y tiempo para otros escritores de ese país o de otro, de ese siglo o de otro, de ese género o de otro. Lo de siempre. Si sé que me gusta, ¿para qué quiero saber por qué? ¿para mi, para poder explicarlo a otros? ¿necesito esto? ¿lo necesitan los otros? ¿o es que la tarea me excede? Los que hablan y escriben cosas acertadas y atinadísimas sobre sus escritores más queridos, ¿han llegado a ellas sin estudio, sólo por intuición? ¿gozarán de un talento para lo literario del que yo carezco?
Más que confundir la mente, yo diría que decepciona tanta calidad unida a la pobreza moral de sus historias. Esto se ve también en las entradas de sus diarios: muy interesantes las que hablan de su quehacer como escritor, un poco deprimentes las que dedica a su vida personal. Con todo, para mi es de los escritores hispanoamericanos más importantes.
A mí me gustaron, años ha, muchos de sus cuentos. No sé ahora. ¿Qué tal los Diarios.
Lo mismito que a ti me pasó con Cormac McCarthy.
Impresionante: parece que la lectura del amigo Ribeyro, cuando menos, confunde la mente, ¿verdad, Javier?