Aprovechando unos viajes, que la tenía en la pda y que el formato epistolar del libro se prestaba a la lectura fraccionada, he releído Pepita Jiménez, una novela que leí en mi juventud y de la que guardaba buen recuerdo.
La historia es conocida. D. Luis ha sido educado con su tío, ha seguido los impulsos de una vocación religiosa y está a punto de ser ordenado sacerdote. Antes, pasa unos días con su padre en el pueblo y frecuenta en tertulias a una viudida que, a su vez, es cortejada por su padre.
Valera está encasillado entre los novelistas españoles de tesis del XIX. Aguanta con dificultad ser leído en el S.XXI, por el tono moralizador tan explícito y por un estilo algo anquilosado y arcaizante. Me ha gustado menos que la primera vez aunque sigo pensando que es un libro interesante.
El mensaje es evidente: las cosas son como son y funcionan como funcionan y no pueden ser de otra manera. Si una persona ha elegido un camino y quiere ser fiel a él, debe poner todos los medios para defenderlo. Cuando se juega con cosas importantes pueden perderse. Lo malo es que esto suele verlo todo el mundo desde fuera y con más dificultad el interesado. Hay que aprender la lección.
Se alternan párrafos más emocionantes con otros más pesados, innecesarios o hiperdidácticos. En general, se lee bien, igual que su otra gran novela Juanita la larga.