He reseñado La hija el sepulturero, de Joyce Carol Oates. Esto es parte de que he escrito, el texto completo lo tienen en Aceprensa.
Rebecca es hija de unos judíos alemanes que huyen a Nueva York en 1936. El padre es un perturbado violento y bebedor lleno de odio a causa de su situación, de lo que deja atrás y de los prejuicios con que se encuentra en su nueva tierra. Su mujer e hijos viven aterrorizados por sus estallidos descontrolados. La segunda etapa de Rebecca es un matrimonio infeliz y la tercera su vida junto a un hombre al que quiere, pero con el que no se casa. La carrera exitosa de su hijo pianista y el reencuentro al final de su vida con una prima que vivió en sus carnes el horror nazi serán las escasas alegrías de toda una vida. Por medio hay otra historia de un asesino múltiple y de una joven a la que Rebecca roba su nombre en un confuso juego de identidades, en un intento obsesivo y alucinatorio de romper con el pasado.
Oates reinventa la vida de su propia abuela y vuelve a chapotear en el tema de la violencia doméstica. La autora ha repetido en entrevistas que concibe el mundo real de un modo que podría calificarse de cruel y darwinista y que lo considera más violento y oscuro aún que sus libros. Es una escritora con solvencia, pero torrencial e incontinente. Ganaría mucho tirando del freno en sus historias para hacerlas más asequibles y consistentes. Tiende a alargarse en episodios que aportan poco y a repetir ambientes y caracterizaciones que ya ha dejado claras antes. Como poco elige contar vidas enteras, cuando no la de toda una saga familiar. Esta prolijidad y minuciosidad hacen que el interés por la historia sea intermitente. El estilo es en general cuidado aunque, como esta vez, no ahorra términos malsonantes. Maneja un amplio abanico de modalidades de violencia, incluida la sexual, aunque no suele ser morbosa ni descriptiva. Se ha especializado en declives morales y procesos de victimización, en denunciar la opresión a la mujer y en la crítica social a hipocresías y prejuicios. Se interesa por la religión pero no termina de comprenderla, como se ve al narrar la etapa de interés espiritual que atraviesa Rebecca en determinado momento.
Aunque las solapas publicitarias de los libros digan lo contrario, Oates está claramente en una segunda fila de la literatura USA.
¡Ay, los críticos! A mi me parece una pesada.
Oates tendrá libros mejores y peores, como todos los autores, pero es una escritora de primerísima fila. Y atención, no es que lo diga yo o lo digan las editoriales en las solapas de sus libros, es que lo dicen también los críticos (los críticos neutrales). Tiene algunas obras consideradas entre las mejores del último siglo (que por cierto, espero que se traduzcan pronto). Dicho todo eso, pienso que debería escribir menos compulsivamente y seleccionar bien lo que hace y realizarlo con el mayor esmero.
molinos: de verdad, ni te lo plantees.
hester prynne: gracias por disentir con amabilidad.
Tu crítica es muy interesante. A mí Oates me parece de primera fila, pero me encanta leer opiniones tan bien fundamentadas como las tuyas. Saludos.
A mi me han gustado varios de sus libros, especialmente Níagara. Sin embargo con » Las hermanas Zinn» casi acaba conmigo.
Mi opinión coincide plenamente con la tuya.
«La hija del sepulturero» tendrá que esperar, de momento me da pereza.