(Terencia es la mujer de Cicerón, Julia es la hija de César y Aurelia la madre de César)
Terencia desistió y lo miró con aquellos ojos suyos que nunca se iluminaban de amor. Conocía bien las muchas debilidades de su marido, aunque ella no tuviera ninguna. A pesar de que Terencia no ambicionaba que se la considerase la nueva Cornelia, madre de los Gracos, sí poseía todas las virtudes propias de una matrona romana, cosa que hacía que a un hombre del carácter de Cicerón le resultase extremadamente difícil convivir con ella. Frugal, hacendosa, fría, testaruda, intransigente, sin pelos en la lengua, sin miedo a nadie y consciente de que estaba a la altura de cualquier hombre en cuanto a vigor mental. Ésa era Terencia, que no soportaba con alegría a ningún tonto, ni siquiera a su marido.
*****En la educación de Julia se habían prodigado todos los cuidados, desde orientarla en temas como vestirse con gusto, hasta un despiadado entrenamiento en buenos modales. Por no hablar del modo nada sentimental y llano en que Aurelia le había enseñado a aceptar lo que la suerte le deparase, y a aceptarlo con gracia, con orgullo, sin desarrollar ningún sentido de la injuria o el resentimiento. De nada sirve desear un mundo diferente o mejor —era la moraleja perpetua de Aurelia—. Por el motivo que sea, este mundo es el único que tenemos, y debemos vivir en él tan feliz y tan agradablemente como podamos. No podemos luchar contra la Fortuna ni contra el Destino, Julia.
[Fuente: Las mujeres de César, de Colleen McCullough.]