Me preguntan por Trevanian. Tiene poco interés.
Lei La sanción de Eiger en 2006 y tenía esto por ahí.
Jonathan Hemlock tiene dos rasgos predominantes: uno, ama el arte por encima de todo y no se conforma con mirar cuadros sino que quiere coleccionarlos y, dos, no tiene conciencia, no ha desarrollado ningún sentido de la culpabilidad. Lo segundo le permite hacer cualquier cosa por conseguir dinero para comprar telas valiosas. Esta cualidad es aprovechada por un secretísimo servicio de espionaje norteamericano que lo emplea para cometer asesinatos. Los llaman sanciones, y se trata de eliminar a quien, a su vez, haya eliminado a algún agente del propio servicio. Hemlock es profesor de Universidad, toca el piano y escala montañas y la única norma de conducta que acepta es la lealtad hacia un amigo. No pierde ocasión de mostrar su inteligencia y llega a cansar con el derroche de ingenio que vierte en cada diálogo.
Trevanian elabora una trama bien llevada y sumamente eficiente en cuanto a transmitir dureza. Es hábil para narrar la acción, con una calidad de escritura muy superior a lo habitual en el género. Hemlock no es el prototipo de agente-héroe sino más bien un inadaptado social, amoral, cruel y letal, un caso patológico que confunde por completo lo que se espera del bando “bueno”. Su altivez, autosuficiencia y desprecio por la vida humana son sencillamente despreciables. La inmoralidad general es tan extravagante que las frecuentes escenas de cama, tan gratuitas y desquiciadas que dejan a James Bond a la altura de un colegial, pasan por ser el menor de los desórdenes de esta historia.
Esta novela se publicó por primera vez en 1972 y fue la primera de unos exitosos best-sellers a cuya fama contribuyó sin duda la misteriosa identidad del autor. En 1998 se supo que se trataba del neoyorquino Rodney William Whitaker. En 1975 Eastwood adaptó al cine esta novela con el título Licencia para matar. Entre 1972 y 1983 vendió más de un millón de ejemplares de sus cinco novelas y en 2005 falleció en el olvido. EntreLibros se ha propuesto recuperarlas y ya ha publicado, también en este año, La sanción de Loo.