A raíz del éxito de su último libro, Sara es invitada a un pueblo a una charla-coloquio. Quiere aprovechar el viaje para cortar su relación con Hugo, un fan que comienza a incomodarla con su devoción. Se separan violentamente y luego se topa en la carretera con una furgoneta que lleva a un muerto. El último SMS del móvil del fallecido hace pensar que quien se lo envió asistirá al encuentro al que se dirige Sara y ella hará lo posible por retrasar que conozca la mala noticia.
Toda la historia es un esqueleto con cierta dosis de intriga para desmenuzar la personalidad de Sara, una mujer en una etapa de frialdad afectiva, con malos recuerdos de su infancia, separada, con malas relaciones con su hijo, y que se enfrenta ahora con un neurótico acosador a punto de perder los papeles. Lo que mejor hace Monsó es describir matices psicológicos de los personajes, en particular los desdoblamientos con los que Sara sobrevive a sus complejas relaciones con los demás.
La novela se estanca en la segunda mitad y se difumina con la aparición de nuevos personajes y, sobre todo, con la profusión de intervenciones e historias que se suceden en el largo coloquio. El hilo del libro (de éste y del que escribe Sara, del coloquio, de las relaciones entre los personajes) es el miedo. La profesión de Sara permite a la autora numerosas reflexiones sobre la lectura y la escritura.
En el discreto panorama de la narrativa actual española, Monsó se ha labrado un cierto prestigio de escritora solvente, buenas historias cotidianas y estilo invisible, el mejor. Tiene gran sensibilidad para narrar el mundo interior (especialmente el femenino) y una fuerte querencia hacia las situaciones tristes y poco estimulantes. Es difícil encontrar entre los personajes de sus novelas a algunos que sean felices. No es que sean libros trágicos, suele fijarse en relaciones humanas de gente corriente, y lo hace con imaginación y humor, pero sí libros sobre gente descontenta, que ha llegado a la madurez de su vida sin unas coordenadas que permitan una relación no problemática con uno mismo y los demás. Esta limitación en la comprensión del mundo de los personajes de Monsó (de ella, en realidad) hace que sus libros –con algunos indudables valores literarios- no puedan considerarse realmente importantes.
Una novela discretita.
La pobre Imma Monsó ya tiene bastante, como cualquier ser, con tratar de ser. Si necesitamos aque nos contagie alegría, podemos buscarla en nosotros mismos. Si es que querríamos que ella estuviera mas alegre, de fondo… pues… hagamos algo.
Nuitsaintgeorges
Estoy completamenet de acuerdo contigo. Imma Monsó me ha fascinado en sus anteriores novelas (sobre todo en Todo un carácter) pero ñesta me ha dejado muy fría