Juan Cruz, pieza clave de PRISA (El País, Alfagüara) cuenta su relación directa con escritores, como periodista, editor y, sobre todo, amigo. Son unas memorias centradas en escritores fallecidos. No habla de sus obras sino más bien de su relación con ellos, desvelando anécdotas y aclarando malentendidos. Es un narración amable, sin revelaciones escandalosas y respetuosa con todo el mundo. Cruz ha sido testigo privilegiado del ascenso de casi todos los grandes escritores hispanoamericanos del S. XX.
Me ha resultado muy agradable de leer. Ha sido muchos años acompañante, sombra, confidente, conseguidor y amigo de muchos escritores, respetuoso de sus egos, especialmente activos en los artistas.
Juan Cruz está pirado por la literatura y demuestra una gran capacidad de amistad. Y naturalmente escribe bien, con un modo algo alambicado de llegar a las cosas y enlazarlas, a veces rebuscado en el estilo pero siempre expresivo.
Estas memorias apuntan a una continuación, los vivos. Ahí tendrá que hacer más equilibrios aún. Ya saben, los egos.