“Nunca muero. Sólo me vuelvo más y más viejo”. Así empiezan las memorias que Matthieu Zéla comienza a escribir en 1999 y que abarcan dos siglos y medio. Boyne cuenta algunas pinceladas de historia colocando a su longevo personaje en varios escenarios: la revolución francesa, la crisis económica de 1929, los primeros Juegos Olímpicos modernos o la unificación italiana. Conocemos algunos de sus trabajos, casi siempre relacionados con la producción de ficciones para cine o televisión, a algunas de sus relaciones sentimentales y a algunos de sus parientes. La novela va saltando de su primer amor, Dominique, en 1760, a los problemas de su sobrino Thomas en tiempo presente, 1999, pasando por los escenarios mencionados. Zéla ha vivido en la pobreza picaresca y en la opulencia, ha viajado mucho y conocido a todo tipo de personas, carece de concretas preocupaciones morales, sin ser mala persona, y cuenta todo con estilo sencillo, directo y ágil.
El mito de la eterna juventud ha sido tratado magistralmente con tintes trágicos, como mínimo, por Wilde y Goethe. Aquí no es más que un recurso para poder narrar en primera persona hechos tan alejados en el tiempo. En ningún momento llegamos a saber por qué ocurre a Zéla tan singular cualidad. El libro entretiene sin llegar a seducir en ningún momento, ni en su personaje principal, ni por los hechos en que participa. Esta fue la primera novela de Boyne y ya demuestra, y ha confirmado después, sus buenas dotes de narrador y su imaginación. Cada libro es diferente y ninguno es aburrido, aunque hasta ahora no ha escrito nada especialmente destacable.
Tiene muy buena pinta, debe de ser interesante, gracias por la información.