Un albañil levanta una pared, hilera de ladrillos a hilera de ladrillos. El proceso es descrito minuciosamente. Pero no está construyendo un edificio sino que participa en una especie de proyecto, o experimento, o programa, o performance donde un público tiene derecho a mirarle trabajar. Al lado, llevan a cabo sus oficios hasta 10 personas más (un empleado de matadero, un informático, una administrativa, una costurera, una limpiadora, etc). Se van describiendo con detalles sus desempeños y a la vez, cada uno, reflexiona sobre su trabajo y recuerda anécdotas de su vida profesional.
En tiempos de crisis económica y precariedad laboral, La mano invisible es un curioso experimento narrativo voyeurista que pretende reflexionar sobre el trabajo, particularmente el manual. No hay nombres de personajes, ni diálogos, ni casi puntos y aparte. Podría haberse tratado de un reportaje periodístico más que de una novela. Kafka, Saramago y Beckett pueden haber inspirado este artificioso examen al sentido de la ocupación que se lleva más tiempo en la vida. La lucha contra la rutina, la búsqueda de sentido, el papel del dinero y la quimera de la ilusión son algunos de los puntos analizados, en general con un resultado poco animante.
Cuarta “novela” del joven escritor sevillano, que deja los territorios de la guerra civil española y se lanza a una especie de cruzada social detallada y realista en su nivel de observación, algo miope en sus conclusiones y casi aburrida desde el punto de vista narrativo.