Me preguntan porque no he incluído ninguna novela de Balzac en esta selección digital.
Primero. En esa mínima biblioteca no están todos los que son.
Segundo. Este autor no está entre mis recomendaciones imprescindibles. Y lo explico hablando de sus dos novelas más conocidas:
Eugenia Grandet me parece una novela insulsa.
Papá Goriot es de más calidad literaria pero bastante desasosegante para recomendarla en general. Cuando la leí me impactó. Cuenta la historia de Eugenio de Rastignac, un joven ambicioso de pocos recursos que se va a Paris a estudiar derecho y a hacer fortuna. Quiere introducirse por la vía rápida en el gran mundo, tiene talento, buena presencia y buenos contactos y sólo una cosa que le frena, su conciencia.
La descripción que hace Balzac del París mundano y egoísta (Goriot y sus insensibles hijas, Vautrin y su cinismo, las ricachonas adúlteras de barrio de Saint Germain, etc) es demoledora. La honradez y la virtud sólo engendran miseria; la mediocridad y la falta de talento triunfan con un adecuado grado de corrupción; la ley y la moral sólo son para los pobres. Casi todos los personajes son desagradables, mezquinos y miserables. París como el reino de la pasión, el poder y la vanidad, éxito y fortuna como ratio mundi última.
Nunca he recomedado esta historia de infamia y ruindad porque a mi me desagradó, casi tanto como Las amistades peligrosas de Laclos. Rastignac es endeble y se deja llevar. La hipersensibilidad paternal de Goriot es enfermiza e impide que nos encariñemos con él. Vautrin es un personaje poderoso pero no hay por donde cogerlo. Y de la regenta de la pensión Vauquer ni hablemos.
Balzac, presente a voces a lo largo de todo el texto, juzgando, recomendando y explicando, retrata un tipo de sociedad que nos hace avergonzarnos del género humano.
Con todo, visité su tumba hace tres años.