Botas de vaquero a medida, sombrero Stetson (esencia del espíritu americano), voz suave, pocas palabras y gatillo fácil, ese es Raylan Givens, un duro guardián de la ley con estilo S. XIX. Es policía judicial. La muerte a sus manos de un narcotraficante en Miami le hace volver a Harlan County, su lugar de nacimiento, en Kentucky, un sitio duro donde el cierre de las minas ha hecho prosperar otra forma más rápida de ganar dinero, la marihuana. Todo esto lo pergeñó Leonard en unas novelas de hace unos años (Pronto, 1993 y Riding the Rap, 1995) y, sobre todo, en el relato breve Fire in the Hole, en el que se basó la aclamada serie de TV Justified (FX, 2010, tres temporadas hasta ahora), en España titulada La ley de Raylan, en cuyo guión participa el propio Leonard (1925).
Ahora dedica una novela en exclusiva a su personaje, con cuatro conflictos entrelazados, todos típicos del universo desmesurado de Leonard, representados por estos personajes: una enfermera que trafica con riñones, una compañía minera que quiere hacerse a toda costa con una montaña, una joven que juega al póker profesionalmente y un ex-convicto que dirige una banda de jóvenes atracadoras de bancos. Entre todo eso se desenvuelve la personalidad vaquera y lacónica de la especie de ángel vengador bíblico que es Raylan. No es un psicópata ni alguien exactamente extralegal, pero sus oponentes de un modo u otro suelen terminar con una bala dentro. Tantos casos en un solo libro impide que sean desplegados a fondo aunque todos ellos se cierran.
La novela es puro diálogo, de calidad, porque Leonard la tiene, con su característico estilo seco y desabrido, pero sabrá a poco a los seguidores de la serie donde tienen un caso por temporada, a razón de 13 capítulos de 40 minutos cada una, es decir, un material bastante desarrollado. Raylan refunde además algunos capítulos de la serie con variaciones argumentales, algo que desconcertará a los seguidores de la serie.