Séptima novela de Ribas, escrita esta vez a cuatro manos con Sabine Hofmann, y primera que publica en Siruela. No pertenece a su serie de la comisaria Weber-Tejedor pero también hay crimen de por medio.
Estamos en Barcelona, años 50, pleno franquismo. Aparece muerta una viuda de la alta burguesía. La periodista Ana Martí se hace cargo del asunto en su periódico, es su gran oportunidad profesional. Con la ayuda de una prima filóloga y de un joven abogado, también pariente, irá desentrañando por su cuenta un turbio asunto que implica a autoridades del régimen.
El libro está bien, como la otra novela de la que les hablé de esta autora.
El asunto criminal es correcto, con la dosis justa de morbo, sin pasarse, tiene emoción y suspense aunque es algo convencional: desde el principio se intuye que hay peces gordos que quieren silenciar el asunto por algún motivo personal.
La línea sociológico-ambiental también es certera pero algo descompensada. El acceso de la mujer al mundo laboral en un clima hipermachista está bien tratado (la portada del libro es expresiva al respeto). El régimen político sin embargo sólo es mostrado desde una cara: brutalidad y delación, miedo, moral de apariencias, propaganda. Hay personajes íntegros a los que interesa la verdad, pero son la excepción. Una Nueva España muy poco atractiva desde luego. Curiosamente los mejores resultan no creyentes y los católicos sólo se preocupan por la fachada.
Ribas-Hofmann quieren hacer novela de personaje y de ambiente más que de pura acción, y esto se agradece.
No es un libro para voltear campanas, pero no les defraudará.