En Dybbøl, frontera entre Alemania y Dinamarca murieron cuatro mil ochocientos daneses en 1864, en una decisiva batalla entre Prusia y el país escandinavo. En el mismo lugar, el pantano de Frøslev, es encontrado un cadáver en 1938. En el presente desde el que se narra, año 2000, Copenhague, la joven historiadora Esmé Olsen se obsesiona con los papeles oficiales que acaban de hacerse públicos y cuentan parte de ese suceso de 1938. Ella se propone rellenar las lagunas y completar el mosaico.
El título que se ha elegido para la edición española traiciona el espíritu de esta ambiciosa obra y puede despistar, pues no se trata de una historia criminal ni de una cacería a ritmo de thriller. La sueca Liffner (1957) construye una compleja estructura literaria en torno a tres momentos donde la clave es la atmósfera. Parece por momentos como si no importase demasiado el orden en los acontecimientos, como si las capas de la historia fueran permeables e intercambiables. La turba pantanosa donde es encontrado ese cuerpo es un símbolo del paso del tiempo, de la podredumbre y del olvido. La ciénaga conserva lo que destruye y no siempre devuelve las respuestas a todos los interrogantes. El libro avanza lento, denso, con escasísimos diálogos y un estilo a veces enrevesado y poco transparente, que exige una lectura atenta.
Hay ficción histórica, elementos de misterio, leyendas telúricas (así el recurso a Nerthus, una embaucadora diosa antigua que atraía y retenía a la gente en la turba), homenajes metaliterarios (Salinger y Andersen) e historias cruzadas que tienen que ver con la infancia de Esmé y sus abundantes lecturas. Un arriesgado intento de fusión entre lo lírico (el lenguaje, el tono) y lo negro (el cadáver) que hacen de Imago un libro nada sencillo y muy alejado de un consumo popular.
Desconcertante. Creo que lo han llamado novela arqueológica. Desde ese punto de vista quizá puedas admitir que no te han tomado el pelo.