Roth falleció en mayo de este año, tras ocho sin publicar novela. Ha dejado treinta y un libros: veintisiete de ficción, dos autobiográficos y dos de ensayos, artículos y entrevistas. Estos dos últimos son Lecturas de mi mismo (1975) y El oficio (2001). Dos tercios del primero y el segundo al completo forman las dos primeras partes de ¿Por qué escribir?, libro póstumo preparado por el autor. En la tercera parte, Aclaraciones, se incluyen catorce piezas más (discursos, artículos y entrevistas), que es lo realmente nuevo en este libro.
El autor daba importancia a esta parte de su trabajo, única en la que se veía “sin los disfraces, inventos y artificios de la novela”. Si hay algo que un escritor tan serio como Philip Roth se toma muy en serio, es la literatura y, en particular, su propio trabajo. La fama y el escándalo le llegaron muy pronto y por eso lleva muchos años explicándose a sí mismo y a su obra.
En Lecturas se recogen varias entrevistas que le hacen entre 1969 (tras El Lamento de Portnoy) y 1985 (tras la trilogía de Zuckerman). Se analiza la obsesión sexual, muy presente en su obra, particularmente en sus primeros libros. Justifica cómo la familia, la educación, la religión y la política son para él las fuerzas coercitivas por excelencia, canales del poder y sometimiento, otro tema clave recurrente en sus libros. Una y otra vez sale la cuestión de su condición judía. Roth explica que se guía por el gusto y el tacto literarios, y que no piensa en un público de determinada educación, tendencias políticas o religiosas y que hay que leer sus libros como obras de ficción.
Asume una vigorosa defensa de su libertad de artista, muy alejada del sombrío determinismo que le han achacado algunos críticos. Concibe el arte como algo desligado del mundo de los principios y las creencias. Es liberación, búsqueda de experiencias que en la vida real no son accesibles, posibles, legales, razonables, aconsejables o necesarias. Es lo que llama “expansión de la conciencia moral y exploración de la fantasía moral”.
Roth es vehemente y profundo en sus respuestas, rico hasta el agotamiento en sus conexiones mentales y tremendamente erudito en cuanto a autores y libros. Analiza los puntos presentes en sus libros: los monólogos psicoanalíticos, las sátiras políticas, el humor, la cólera moral, los comportamientos humanos llevados a situaciones extremas. Sale al paso de las acusaciones de supuesto odio a las mujeres y antisemitismo. Algunas preguntas se repiten de unas entrevistas a otras e, inevitablemente, eso ocurre con las respuestas. Se incluyen varios artículos sobre distintos temas: las bibliotecas públicas, la literatura americana, el béisbol, Camboya. Muy presentes siempre Bellow, Mailer, Malamud y, sobre todo, Kafka.
Todas las entrevistas incluidas en El oficio son valiosas. Ahora las hace él a otros escritores. No les pregunta “¿Tu color preferido, sientes pavor ante la página en blanco, cuáles son los fetiches que adornan tu mesa, escribes a pluma o en ordenador, necesitas escribir, tus escritores favoritos, tus traumas infantiles, el nombre de tu perro?” Roth sólo habla de cosas serias: política, sexo, religión, libertad, Kafka, censura, judaísmo, comercialización de la cultura, la responsabilidad del escritor. Resultan unas entrevistas muy inteligentes, profundas, esclarecedoras.
Algo que no puede evitar Roth es su fijación con lo judío. Así, todos los escritores leídos-analizados-entrevistados coinciden, además de en la calidad, en eso. Aharon Appenfeld, Ivan Klima, Bruno Schulz, Bellow, Bashevis Singer, Primo Levi, etc. Las únicas excepciones son las dos mujeres: Mary McCarthy y Edna O’Brien.
En Aclaración casi todos los textos son también interesantes, porque en muchos hace balance de toda su obra. Aparecen de nuevo temas sobre los que ya hemos leído en páginas anteriores (misoginia, antisemitismo, personajes libertinos de sus libros o sociedad norteamericana) y detalles originales sobre su obra (un texto que encontró de joven con 19 frases que inspiraron el comienzo de otros tantos de sus libros, unas correcciones que envió a Wikipedia o saber cuales de sus propias páginas prefiere). Glosa una cita de Chéjov que aclara críticas frecuentes que se han vertido sobre su obra: “La labor del artista literario no es tanto solucionar problemas como mostrarlos”.
El libro concluye con una elaborada cronología bio-bibliográfica, unas notas y un detallado índice onomástico. Lógicamente apreciarán más este valioso libro los conocedores de la obra de Roth.
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