Vauvenargues

Me topo por casualidad en la biblioteca pública con una auténtica joya, un festín para la inteligencia que ha tenido el acierto de reunir la editorial andaluza Almuzara: nada menos que lo fundamental de los moralistas franceses (XVII y XVIII) en un solo volumen.

Ya había leído a cinco de ellos y ahora he aprovechado para leer al que no conocía: Vauvenargues.

Unas 1000 sentencias y máximas. Ingenioso y tremendamente lúcido. Ataca la debilidad, la vanidad y el egoísmo humano, motor básico de muchas de nuestras acciones. El placer y el propio interés nos mueven más que la verdad. El corazón y las pasiones nos impulsan más que la razón. Hay que seguir la naturaleza (pasión + juicio) y no la opinión de los demás, la moda.

Para que se sitúen:

12
Es señal de mediocridad elogiar siempre moderadamente.

89
Los hombres tienen grandes pretensiones y pequeños proyectos.

90
Los grandes hombres emprenden grandes cosas porque son grandes; y los locos, porque las creen fáciles.

Madame de Sévigné. Cartas


Uno de los elementos característicos del Grand Siècle francés es la vida de salón, las preciosas ridículas de Molière, la conversación refinada y ociosa. Madame de Sévigné (1626-1696) fue una estrella fulgurante en la vida de sociedad. Aguda, observadora, amable, culta e ingeniosa. Muy frecuentada por el grand monde.

En realidad se quedó viuda a los 25 y se apartó un poco de la corte. A lo largo de los últimos 25 años de vida escribió a su hija unas 800 cartas que siempre se han considerado un monumento literario en Francia.  Laura Freixas preparó una selección en castellano para El Aleph en 2007. El buen estilo es evidente, e interesa conocer detalles de primera mano de la corte de Luis XIV, del movimiento de la Fronda, de La Rochefoucauld, de Madame de La Fayette o de Boileau, pero la mayor parte de los textos se va en el enfermizo cariño y el apegamiento extremo de una madre por su hija: dolor por la ausencia, celos, protestas, reconciliaciones, recomendaciones. Lo encuentro todo muy exagerado y de poco interés.

Continuar leyendo «Madame de Sévigné. Cartas»

Iriarte. Fábulas.


Hace poco, en un libro de memorias de Julián Herránz, si no me equivoco, me encontré citada una fábula de Iriarte que me hizo gracia y anoté mentalmente una nueva posible lectura. Estaba en la biblioteca pública, editada por cátedra. Todas las piezas sobre asunto literario.

Por desgracia, pocas más, además de esa de La ardilla y el caballo, me han gustado. Iriarte quería además hacer un muestrario de modos de versificación (hasta 40) y algunos resultados, algo forzados, resultan infantiles y hasta ridículos.

Casi todas las moralejas (versos finales) son certeras e inatacables pero casi todas son opiniones comunes que pueden ocurrírseles a cualquiera. Los calificativos de ilustrado, polemista, satírico y didáctico me los he de creer, pero esta obra es de ingenio corrientito y no la recomiendo especialmente.

Les dejo la fábula contra el activismo insustancial:

Mirando estaba una ardilla
a un generoso alazán,
que, dócil a espuela y rienda,
se adiestraba en galopar.
Viéndole hacer movimientos
tan veloces y a compás,
de aquesta suerte le dijo
con muy poca cortedad:

«Señor mío: de ese brío,
ligereza y destreza
no me espanto, que otro tanto
suele hacer, y acaso más.
Yo soy viva, soy activa;
me meneo, me paseo;
yo trabajo, subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.»

El paso detiene entonces
el buen potro, y muy formal,
en los términos siguientes
respuesta a la ardilla da:

«Tantas idas y venidas,
tantas vueltas y revueltas,
quiero amiga, que me diga:
¿Son de alguna utilidad?
Yo me afano, más no en vano:
sé mi oficio, y en servicio
de mi dueño tengo empeño
de lucir mi habilidad.»

Conque algunos escritores
ardillas también serán,
si en obras frívolas gastan
todo el calor natural.