Nobel para Munro

MunroYa les hablé de un libro de esta autora que no me gustó ni fu ni fa. Precisamente hace poco he leído el último, por aquello de ver si conectábamos algo mejor, y tampoco. Bueno, al menos no se lo han dado a un escritor de décima fila desconocido, como otras veces. Ni a Murakami, que despierta un interés que no puedo comprender de ninguna manera.

♦ Secretos a voces

♦ Mi vida querida (enlace a Aceprensa)

Fernando Quiñones y lo andaluz

QuiñonesTodo el que escribe de Fernando Quiñones cita irremediablemente el elogio que hizo de él Borges. Ven, acabo de hacerlo yo mismo. Lo cierto es que es un escritor importante y casi desconocido. Me he acordado de él porque ayer me quejaba con unos amigos de la manía de representar fonéticamente el modo de hablar que tenemos los andaluces. Me resulta en general algo grotesco, simplista y patético, de obra de teatro cutre o de españolada cinematográfica. Como si los andaluces fuéramos unos cómicos a tiempo completo que están todo el día diciendo ozú y chiquiyo mientras ensayan verónicas por el pasillo de su casa.

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Bobin y la lectura

BobinAutorretrato con radiador es un pequeño secreto a voces que comparto con mis amigos, un íntimo recuerdo que me hace sonreír a solas cuando veo tanta tontería como se publica, algunas de las cuales tengo que leer. Saber que existe y que puedo volver cuando quiera. Por eso he buscado ahora este otro tomito de Bobin, vacunado previamente contra la posibilidad de que no volviera a repetirse el milagro. Como así ha sido.

Un libro leve sobre la lectura, ocho piezas de confusa configuración. Creo que falla la concepción en el contenido y en la forma: narración con elementos de ficción pero con fines ensayísticos, prosa con aspiraciones de poesía pero buscando el aforismo. Un lío.

De todas formas se pueden espigar comentarios luminosos sobre la pasión por los libros. Personas volcadas en el mundo y en las cosas, y otras en las palabras y en la soledad (y, desde ellas, en la verdad y en la vida). El hombre social, útil, y el que no quita ni añade nada al mundo, simplemente lo abandona, el que “empuja ante sí el rebaño de sus pensamientos”. “Es difícil ir de lo inútil, la lectura, a lo útil, la mentira (el mundo)”

“Para qué sirve leer. Para nada, o casi. Es como jugar. Es como rezar”. “Leo para ver, para ver bien –mejor que en la vida- el deslumbrante dolor de vivir. No leo para que me consuelen, no leo para comprender”.

O la diferencia que puede encontrarse entre la lectura de la Biblia y la de un periódico.